Mi retiro

AutorRafael Rodríguez Castañeda

Aún no es tiempo de la memoria profunda, pero sí de ciertas evocaciones y algunas reflexiones.

Hace casi 21 años, el martes 23 de marzo de 1999, asumí la dirección de la revista, por nombramiento del Consejo de Administración de CISA, nuestra casa editorial, encabezado por Julio Scherer García y Vicente Leñero. Antes había formado parte de una desafortunada experiencia de dirección colectiva, que duró apenas dos años. Siguiendo los pasos de Carlos Marín y Froylán López Narváez, un grupo de reporteros y fotógrafos, además de trabajadores de otras áreas, abandonaron las instalaciones de Fresas 13. El primer reto era sacar a la luz la edición del fin de semana. Lo hicimos sin angustias mayores, porque las piezas clave de la estructura periodística, editorial y administrativa habían permanecido en sus puestos.

Emprendimos entonces una emocionante travesía que concluye con el número de Proceso que el lector tiene en sus manos. En estas más de dos décadas, el país experimentó radicales cambios políticos, económicos y sociales, de los que la revista fue testigo y protagonista.

En nuestras páginas describimos el proceso electoral que dio por terminada la hegemonía del PRI en una alternancia que lejos estuvo de erradicar los viejos males de México. Con el PAN y Vicente Fox, la corrupción, la impunidad y el abuso del poder sólo cambiaron de color. Aquí recogimos, sin ambigüedades, su pernicioso paso por Los Pinos, junto con las tropelías de Marta Sahagún y sus hijos. La señora nos demandó por daño moral y tuvimos que llegar a la Suprema Corte de Justicia para que prevaleciera la libertad de expresión por encima del interés personal de la primera dama.

De aquel sexenio data el inicio del brutal boicot publicitario emprendido contra Proceso por la administración federal, que continuó en el gobierno de Felipe Calderón y que prevaleció hasta el último momento del de Enrique Peña Nieto.

Como ningún otro medio, en los primeros años del nuevo siglo nuestra revista hizo la cobertura del avance irrefrenable de los cárteles del narcotráfico y, como nadie, dio cuenta de la irreflexiva y sangrienta guerra contra ellos que desató el gobierno de Felipe Calderón. Fuimos calificados de amarillistas, pero ese trágico episodio de la vida nacional, cuyos efectos aún resiente el país, se contó sin cortapisas ni autocensura en Proceso.

No fuimos de aquellos medios que optaron por ignorar que el país se estaba convirtiendo en un gigantesco cementerio. Proceso sacó a la...

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