El ritual de iniciación de Los Zetas

AutorRicardo Raphael

Bajé a desayunar temprano, fui de los primeros en entrar al restorán. Poco a poco llegó la raza nuestra, pero nadie hablaba. Los jefes notaron la circunstancia del silencio. Entonces El Cos se animó a preguntar: -¿Ustedes qué tienen, cabrones? ¿Están mal cogidos o se les apareció el diablo?

Esperamos a ver quién hablaba primero. El M se levantó y volvió a interrogar:

-A ver, tú, Galdino -a mí ya me hablaba así porque yo era su chofer-. ¿Qué carajos sucede? -Nada, mi señor. -¿Nada?

-Es que no sé cómo decirlo...

-¿Hay alguna molestia? ¿Les falta dinero? ¿Vieron maltratos? -No, no -respondí, sin querer hablar de más. -Suéltenlo, para que podamos platicar -insistió El M, dirigiéndose a la bola de culeros que me estaban dejando solo.

-Disculpe, mi señor... -Me atreví a abrir la boca, aunque la voz me salía chiquita-. Perdone que le haga mención, pero ayer, estando todos presentes aquí, en el hotel, vimos que usted y otras personas salieron en la televisión, acusadas de... Dijeron en las noticias que lo andan buscando, jefe... por narcotráfico.

Una carcajada del M rompió el silencio en el comedor.

-¿Antes no sospechaban nada?

-Pues algo -dije yo.

-¿Sabes cómo me llamo, Galdino?

-Ahora sí, mi señor.

-¿Cómo?

-Osiel Cárdenas Guillén.

-¿Qué piensan, señores? -interrogó al resto.

-Oiga, jefe... ¿y por qué no nos habían informado toda la verdad? -intervino Óscar Guerrero.

-Yo les dejé esa responsabilidad a Decena y a Lazcano -se defendió El M, quien continuó risa y risa mientras era evidente que, por su reacción hacia nosotros, sólo El Lazca estaba incómodo.

Osiel propuso que saliéramos al estacionamiento del hotel, y todos lo seguimos.

-Escoge una camioneta, Betancourt, la que quieras -ordenó apenas estuvimos en el exterior; Betancourt caminó hacia la Esca-lade que ese día traía Rejón-. Abre la puerta del conductor-volvió a instruir y Betancourt obedeció.

Del bolsillo de su chamarra el patrón sacó una navaja y con ella rasgó la piel del respaldo del asiento; sin mucho esfuerzo extrajo una placa ancha cubierta con fibra sintética que era parte del esqueleto, y dentro del hueco asomaron varios paquetes cubiertos con plástico y cinta canela. Retiró uno para mostrar que en su interior había cocaína. Según El M, cada asiento delantero contenía 30 kilos y los dos traseros unos 120 más.

-Escoge otra camioneta -pidió el patrón, ahora dirigiéndose a Guerrero Silva. Óscar señaló una Suburban gris, estacionada frente a la Escalade.

El señor repitió la operación en uno de los asientos delanteros y retiró de nuevo la placa, que nos explicaron luego, era de plomo para evitar los rayos X; sin embargo, no había droga dentro del compartimiento, sino paquetes con billetes verdes. De acuerdo con el patrón, las otras camionetas transportaban, cada una, 750 mil dólares (..)

Volvimos al restorán del hotel. Nadie ajeno a nosotros habría podido entrar o salir del lugar; ocupamos las sillas donde habíamos estado antes. El Cos, Treviño y Tony Tormenta no se habían movido. Osiel Cárdenas volvió a tomar la palabra.

-Bueno, muchachos, ahora que no hay más secretos y todos tienen la misma información, quiero preguntar si van a seguir sirviendo a la compañía.

Corrió...

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