Los rostros de los 43

AutorCentro Prodh

Los estudiantes el 2 de octubre. Los desaparecidos de la Guerra Sucia. Los mineros de Pasta de Conchos. Las muertas de Juárez. Las víctimas de la Guerra contra el Narcotráfico. Las mujeres de Ateneo. Los 72 migrantes de San Fernando. Los miles de desaparecidos de la última década. Los ejecutados en Tlatlaya. Los 43. El recuento de la saga de violaciones a derechos humanos e impunidad que atraviesa la historia reciente de México parece narrarse mediante coordenadas sin rostro. Cifras que aluden al número de víctimas causadas por tal o cual evento. Toponímicos que nos remiten a lugares a los que, como decía hacia el final de su vida Fernando del Paso, ubicamos en el mapa "sólo cuando en ellos ocurre una tremenda injusticia".

Pero poco aparecen en ese recuento los nombres y los rostros de las víctimas. Su individualidad se diluye en una abstracción para la que dejan de ser relevantes los rasgos de identidad personales, los sueños, los vínculos y la vida misma.

Acaso por ello, en muchas ocasiones la irrupción de las víctimas en el espacio público acontece cuando sus seres queridos enarbolan fotografías que traen sus rostros únicos e irrepetibles al presente. Como ha señalado Javier Sicilia hablando desde su propia experiencia de dolor: "(...) Las víctimas de la violencia aparecen siempre con las fotografías de aquellos que fueron asesinados o están desaparecidos. Donde quiera que irrumpan, lo que enarbolan en esos rectángulos es el rostro del hijo, de la hija, del hermano, de la hermana, del padre, de la madre, del amigo o de la amiga en el instante en el que una cámara capturó su cotidianidad antes de que el crimen la destruyera y el Estado la olvidara. Sus presencias, fijadas en un papel o en una camiseta, son, en sus individualidades destruidas, un grito mudo, una mirada que nos observa, nos acusa de su olvido y nos llama a recordarlas y devolverles su nombre".

Cuando las víctimas son despojadas de su nombre, no sólo se tiende un velo de oscuridad sobre sus vidas, sino que también se pierde la oportunidad de tender puentes de empatia con una sociedad que suele ser indiferente al dolor que causa la violencia, pues es respecto de la interpelación profunda de los rostros y de las historias personales que puede surgir la compasión que ha perdido nuestra sociedad, indispensable para revertir la violencia que lastima a México.

Esa convicción se encuentra en el centro mismo de la defensa de los derechos humanos y explica que esta labor sea, con...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR