El saldo negro

AutorYetlaneci Alcaraz

BERLÍN.- El 3 de noviembre de 1989 Stefan Bleidorn tomó el vuelo que lo llevó de esta ciudad a Budapest, capital de Hungría. Oficialmente se trataba de un viaje de sólo seis días en el que el entonces joven de 21 años participaría en una competencia. En realidad, se trataba de una fuga hacia Occidente.

Portaba una mochila en la que había empacado sólo lo necesario para un viaje de competencia: zapatos deportivos, ropa de corredor y un par de playeras más algunas mudas de ropa interior. No más. Ningún documento importante para iniciar una nueva vida, como comprobantes de estudios, de formación profesional o acta de nacimiento. No quería poner en riesgo la huida si durante algún control en la frontera le descubrieran papeles de ese tipo. Por eso mismo, tampoco mencionó una sola palabra sobre sus planes ni a sus padres ni a sus amigos cercanos. No se despidió de nadie.

La tensión y concentración que vivió durante esas horas para controlar el nerviosismo y no delatarse ni llamar la atención de los policías y guardias en el aeropuerto hicieron que las imágenes y detalles del vuelo quedaran completamente borradas en su memoria.

Semanas antes, luego de terminar su servicio militar de año y medio en el ejército de la República Democrática Alemana (RDA), había decidido partir. No hubo un suceso concreto que lo hiciera tomar la decisión. Fueron, asegura, la suma de muchas situaciones: el constante bombardeo ideológico al que eran sometidos los habitantes del país desde prácticamente su nacimiento y que a él lo irritaban cada vez más, la serie de contradicciones y discrepancias del régimen, la falta de libertad para viajar...

En septiembre de ese año el gobierno de Hungría había abierto su frontera con Austria, así que el joven -de oficio carpintero- buscó una competencia de orientación (carreras en el bosque) en la capital húngara que le sirviera de pretexto para viajar. Tras conseguir el permiso de salida de la RDA el plan era volar de Berlín a Budapest y ahí buscar tomar un tren rumbo a Austria.

Pero en Budapest los planes cambiaron. Mientras intentaba comprar el boleto de tren que lo llevaría a Viena y averiguar si para ello necesitaría una visa, dos chicas alemanas que se encontraban también ahí reconocieron de inmediato su intención. "Si lo que quieres es huir, mejor ve a un campamento que está en la periferia de la ciudad en donde ayudan a todos los alemanes que así lo deseen a salir", le dijeron.

Y así fue. La Orden de los Malteses se había...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR