Salinas, Castro, García Márquez y Clinton. Contactos en la sombra
Autor | Homero Campa |
"No se equivoquen más: Fidel Castro no va a caer, no le van a dar un golpe militar, no habrá insurrección popular, y tampoco va a renunciar ni se va a morir", le dijo a las claras el Premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez al presidente estadunidense Bill Clinton.
"Más aún -prosiguió el escritor-, no persistan en el error de intentar que Fidel Castro se vaya, porque es la única persona que tendrá la autoridad, el conocimiento, la inteligencia y la determinación de su pueblo para que Cuba evolucione en la forma correcta, aun después de levantado el bloqueo. Una tentativa distinta puede desembocar en una catástrofe irreparable para Cuba y los Estados Unidos, y en una grave perturbación histórica para América Latina."
Y en tono persuasivo, le subrayó al mandatario estadunidense: "Trate de entenderse con Fidel, pues él tiene muy buen concepto de usted".
Era la noche del 29 de agosto de 1994 y Gabo y Clinton se encontraban en la casa del escritor estadunidense William Styron -ubicada en la isla de Martha's Vineyard, Massachusetts-, quien los había invitado a cenar junto con una docena de personas, entre ellas el escritor Carlos Fuentes y el excanciller mexicano Bernardo Sepúl-veda Amor.
El contexto de la reunión era delicado: tres semanas antes había estallado la llamada Crisis de los Balseros -un éxodo por mar hacia La Florida de unos 30 mil cubanos a bordo de frágiles embarcaciones- y justo al día siguiente iniciaban en Nueva York las negociaciones formales entre Cuba y Estados Unidos para solucionar este conflicto migratorio. El mediador en la sombra de dichas negociaciones era el presidente mexicano Carlos Salinas de Gortari.
Gabo ya sabía que se iba a encontrar esa noche con Clinton, por lo que unos días antes sugirió a Fidel Castro escribir una carta dirigida al mandatario estadunidense. Él se la entregaría personalmente. Pero Fidel dijo que no había tiempo para redactar un texto que "demandaba la mayor puntualidad y concentración posibles". El mensaje, entonces, fue verbal. Y éste era simple: para resolver la crisis migratoria, Estados Unidos y Cuba deberían atender la causa de fondo que la provocaba: el bloqueo económico que Washington impone a la isla.
Clinton, por su parte, sabía que García Márquez estaba al tanto de las negociaciones tras bambalinas que, por intermedio de Salinas, sostenían los mandatarios de Estados Unidos y Cuba. El propio presidente mexicano se lo había informado.
El escritor colombiano reconstruyó su...
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