San Fernando: opacidad, con ayuda de la CNDH

AutorMarcela Turati

Mirna del Carmen Solórza-no Medrano asegura que dio sepultura a un cadáver que no era el de su hija Glenda Yaneira. Desobedeció las instrucciones de la cancillería salvadoreña de no abrir los ataúdes provenientes de México con cuerpos de las víctimas de la matanza de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, ocurrida en agosto de 2010.

En cuanto recibió en su casa, en el pueblo de La Libertad, el ataúd gris, se encerró con su papá, su mamá, con David, el novio de su hija, y el papá de David para quitarle a la caja los pernos que la sellaban. No le importó la advertencia que le hicieron los funcionarios de su país de que los cadáveres traían un tóxico dañino para la salud.

"Quería estar segura de lo que iba a enterrar", recuerda tres años y medio después. Mirna se tapaba los ojos, como quien quiere y no quiere ver, mientras rezaba: "Dios mío, ¿qué voy a hacer cuando vea que es mi hija?".

Al alzar la tapa se toparon con un bulto dentro de una bolsa blanca con un zí-per. Al bajar el cierre encontraron el estropeado cuerpo. "Me quedé viendo y pienso: 'Qué raro, no es'. Lo que estaba ahí era como una masa, sin cabello, y mi Glenda tenía su cabello largo, no como ese. Se le miraban los dientes. Como que le echaron cal a todo, como una momia blanca, sin pelo".

Su padre, el abuelo de Glenda, rompió el silencio y dijo: "N'ombre, no es ella". El papá de David dijo: "Esto no es ella, parece un varón, tiene las manos muy largas".

"¿Usted qué dice, mamá?", preguntó Mirna. "¿Y usted, David?" Ambos coincidieron en que no se parecía. La abuela de Glenda agarró un palo para palpar los genitales. Lo soltó en cuanto sintió un bulto.

Mirna dio por cerrada la discusión: "Mi sentir de madre me dice que no es". Entonces sellaron el ataúd, prometieron guardar silencio porque se sabían culpables de haber desobedecido las órdenes gubernamentales, abrieron la puerta de la casa y caminaron, junto con todo el pueblo que esperaba afuera, rumbo al panteón.

Mensajes celestiales

Entre el gentío Mirna caminaba como sonámbula. No lloraba, no sentía nada. Los pobladores de La Libertad ya cuchicheaban: "Mira, vos, ella no llora. ¿Será que no quería a su hija?".

En ese momento la hermana Nicolasa Funes, vidente de la Iglesia Profética de su pueblo Río de Agua Viva, de la que Mirna y su familia son creyentes, recibió mensajes celestiales. Una voz suavecita le dijo al oído: "Hay victoria, Glenda vive". Días antes del entierro le contó que había tenido un sueño: "Hermana, algo que yo recibo, veo un ataúd, pero veo que el ataúd no es suyo". Seguido de otro mensaje: "Mirna, clame (rece) por las falsas alarmas".

Mirna del Carmen llegó la semana pasada a la Ciudad de México a buscar a su hija, quien salió de El Salvador cuando tenía 23 años para alcanzar a su padre en Estados Unidos. La idea de Glenda era trabajar y ganar dinero para pagarse sus estudios y mandar dinero a su madre y a sus hermanos.

Una corazonada le dice a Mirna que Glenda vive, aunque en las listas de la Procuraduría General de la República (PGR) y de la Secretaría de Relaciones Exteriores de México aparece su nombre entre los de las personas asesinadas el 22 de agosto de 2010 en San Fernando.

Sin embargo las autoridades mexicanas nunca enviaron la identificación de Glenda, la cual supuestamente hallaron en la escena del crimen y sobre la que no le aclararon si estaba tirada en el piso o entre la ropa de alguno de los muertos. Nadie le explicó a la familia cómo se determinó que esa momia que le enviaron dos semanas después era su hija. Nadie le facilitó el expediente donde consta cómo murió su hija. Le entregaron sólo una hoja en la que se leía: Glenda Yaneira Medra-no Solórzano, muerta a balazos en la brecha de San Fernando.

"En otros casos sacan fotos de la ropa. En éste la hoja no tiene nada, nada, sólo una fotocopia de su identificación", dice Mirna en entrevista un día siguiente de participar en un foro que busca la construcción de un mecanismo trasnacional -entre Estados Unidos, México y Centro-américa- para la búsqueda de migrantes...

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