La seda y el puercoespín

AutorDenise Dresser

Por pragmatismo o compañerismo, AMLO decidió llevar la fiesta en paz con Trump. Por miedo a su volatilidad o por una genuina afinidad, optó por no enfrentarlo. Cada vez que hubo un momento álgido, López Obrador dobló las manos. Permitió que el gobierno estadunidense impusiera unilateralmente la política de "Quédate en México", que obligó a nuestro país a recibir a los deportados en espera de asilo en Estados Unidos. Permitió que se instrumentara la política de separación de familias migrantes al norte de la frontera, lo cual produjo niños enjaulados que ahora no encuentran a sus padres. Permitió el arresto y la persecución constante de nuestros connacionales, sin alzar la voz. Puso a la Guardia Nacional a detener y deportar migrantes, para que Trump pudiera celebrarlo como un logro suyo. México se volvió lo que nunca había sido, aun con los peores presidentes del pasado: policía y muro de un hombre que humillaba y embestía a los migrantes y a los mexicanos.

Habrá quienes argumenten que no había de otra; que en lugar de doblegado y puesto a las órdenes del mandamás, López Obrador fue visionario y sagaz. Que era más inteligente apaciguar al bully que enfrentarlo. Pero aún concediendo que eso fuera cierto no explica la efusividad de la carta que AMLO le envió a Trump cuando ganó la Presidencia, de siete cuartillas, en el cual escribió "me anima el hecho de que ambos sabemos cumplir lo que decimos, y hemos confrontado la adversidad con éxito. Conseguimos poner a nuestros votantes y ciudadanos al centro y desplazar al establishment o régimen predominante", ni cómo se deshizo en halagos a su contraparte cuando fue a visitarlo a Washington. No explica por qué se tardó tanto en reconocer el triunfo de Biden, colocando a México en un club donde no nos convenía estar, al lado de los autócratas del mundo. No explica las razones detrás de la reticencia a siquiera tomarle la llamada al equipo del presidente electo, ni la parsimonia o sequedad de la misiva de dos párrafos que finalmente le mandó.

La salida intempestiva de la embajadora de México en Estados Unidos, Martha Barcena, debe entenderse como un acto de dignidad ante lo que fue una política exterior beneficiosa para el presidente, pero no para el país.

Quizás la respuesta se halla en la aprensión lopezobradorista ante el fin de una etapa en la relación bilateral en la que logró eludir el escrutinio. Y por eso la alusión a la Doctrina Estrada, junto con el principio de no intervención, cuando...

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