Segunda Guerra Mundial. Los últimos días Berlín bajo fuego

AutorYetlaneci Alcaraz

BERLÍN.- El estruendo cimbró la tierra kilómetros a la redonda. Eran las tres de la mañana del 16 de abril de 1945 cuando el negro cielo se iluminó como si fuera de día por la acción de miles y miles de cañones, morteros y los legendarios Katiusha soviéticos, que tan sólo ese día escupieron 1 millón 236 mil proyectiles sobre la planicie de Seelow, a 70 kilómetros de esta capital.

Los artilleros que participaron en el ataque, y vivieron para contarlo, recordarían cómo el estruendo de las descargas hacía temblar todo alrededor y aquella horrenda sensación de que los oídos explotarían de un momento a otro. Hubo quien señaló la imperiosa necesidad de mantener la boca abierta a fin de equilibrar la presión de los oídos.

Con esa furia dio inicio la Operación Berlín, la última y definitiva gran ofensiva del Ejército Rojo contra el régimen nazi al final de la Segunda Guerra Mundial. Sólo cinco días después -el 21 de abril- la ofensiva soviética alcanzaría la capital alemana y la haría capitular el 2 de mayo.

La feroz lucha librada entonces en el corazón del Tercer Reich -cuando los soldados pelearon casa por casa- fue reconstruida por el historiador inglés Antony Beevor en su libro Berlín, la caída: 1945 (2002), donde describe los últimos días de la guerra; las difíciles condiciones por las cuales pasó la población civil para sobrevivir; los errores e incapacidades de un estado mayor nazi que sólo se dedicaba a alabar a su führer y los arrebatos de un Adolf Hi-tler demente, quien pese a saber perdida la contienda se negaba a reconocerlo y sin remordimientos sacrificó la vida de miles de hombres en el afán de luchar hasta que no quedara un soldado vivo.

Capital asediada

Desde inicios de 1945 en Berlín ya se sentían los estragos de la guerra. Los bombardeos de los aliados (especialmente de estadunidenses e ingleses) la habían dejado parcialmente en ruinas y la sobrevivencia para sus habitantes no era fácil.

Las alarmas que anunciaban ataques aéreos eran tan frecuentes que la vida cotidiana comenzó a desarrollarse en los sótanos y refugios subterráneos. La escasez de alimentos se convirtió en algo común, así como el desabasto de agua, electricidad y gas. A los 3 millones de habitantes de la ciudad se sumaban los miles y miles de refugiados llegados día a día del este alemán, huyendo del avance soviético.

Las cifras oficiales estiman que hubo alrededor de 8 millones de desplazados-alemanes provenientes de las regiones orientales (Prusia, Silesia y...

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