Yo siempre estoy contra el poder

AutorFabrizio Mejía Madrid

En lugar de explicarlo, Burckhardt separó las tres esferas y redujo el significado de la palabra "poder" a la violencia, la coerción, a obligar a alguien a hacer lo que no quiere.

En estos días he oído la frase como una reducción al absurdo: estar contra el presidente es estar contra "el poder", lo que me revela que el presidencialismo habita en nuestras cabezas con mucha más profundidad de lo que estaríamos dispuestos a reconocer. En especial en quienes creen dedicarse a alguna profesión, familias o grupo de amistades en las que el poder no transita. Como el Estado, "el poder" no es alguien o algo -una pared para pintarla y demostrar que la radicalidad está en los medios y no, como es más peligrosa, en los fines- sino una relación; y la coerción no es más que uno de sus más débiles atributos. ¿Qué relación tenemos hoy con "el poder"? ¿Es el mismo que durante el Partido Único o hace alguna diferencia que esta vez sea legítimo? Si es el mismo, entonces vivimos en una enorme confusión.

En su libro Sobre el poder, Byung-Chul Han, profesor heideggeriano de la Universidad de las Artes de Berlín, nos ilustra: "El poder como coerción consiste en imponer decisiones propias contra la voluntad del otro. Pero el poder como gobierno, ética, lenguaje, no opera contra el proyecto de acción del otro, sino desde él".

A lo que se refiere, por supuesto, es a que sabemos que obedecemos, no porque nos obliguen, sino por voluntad, en ejercicio de las libertades ciudadanas. Ese es el poder. El de la coerción y la violencia, de hecho, refleja la falta de poder porque se ve reducido a su último recurso. Lo que revela un poder es precisamente lo contrario: para fortalecerse hace uso de las libertades del otro. Donde existe, no hay soldados antimotines, sino consentimiento a obedecer e, incluso, a anticipar las órdenes como parte de la libertad. Así de compleja es la relación con el poder: piénsese en un esclavo, dominado, atado; ahí, no hay poder porque no se puede hacer surgir ni un consentimiento ni una resistencia de algo inanimado, pasivo, hasta parecer una cosa. No se tiene poder, digamos, sobre una piedra. Como escribe Han: "El ejercicio de la fuerza física no es una expresión de su poder sino de su fracaso. Sin duda, tras la ley está la espada, pero la ley no se basa en la espada". O, en los términos más logrados de Hannah Arendt: "Poder es todo lo que no sale de los fusiles".

Michel Foucault se habría encogido de hombros frente a nuestros analistas que se...

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