Un siglo y medio de Conservatorio II

AutorSamuel Máynez Champion

Pero antes de proseguir, es necesario destacar la paradoja de que hubiera sido un extranjero -hablamos de Maximiliano de Habsburgo-, quien impuso las condiciones referidas y que para asegurarlas su gobierno se hubiera comprometido a erogar la ingente suma de 5 mil pesos de plata.(1) Sin embargo, ya apuntamos que Biacchi resultó presa de los prejuicios, por lo que inició un juego sucio que serviría de impulso para que un grupo de músicos, médicos e intelectuales mexicanos creara una unión de filarmónicos de la que se desprendería el Conservatorio (lo que había habido hasta entonces eran academias particulares, sin planes de estudio, ni requisitos específicos para su ingreso).

Tenemos que aclarar que este grupo de entusiastas giraba en torno al eminente músico Tomás León, una de las personas clave en el asunto conservatoriano. Mucho podría escribirse sobre su relevancia, mas bástenos con apuntar que fue uno de los pianistas más

A la memoria del licenciado Enrique Castillo Blanco destacados de su generación y que nunca escatimó esfuerzos para hacer del dominio público las obras maestras del repertorio universal. En su residencia organizaba regularmente conciertos a los que asistían los personajes señalados y era frecuente que sacara el piano a la calle para que el mayor número posible de parroquianos se embelesara con esas músicas desconocidas. Asimismo, fue un compositor encaminado hacia la balanceada fusión de un embrionario nacionalismo con las tendencias europeas del momento(2) y, no sobra señalarlo, fue miembro del jurado que evaluó las propuestas de himno nacional de las que resultó vencedora la de Jaime Nunó. De manera que cuando corrió la noticia de la subvención de Maximiliano para el estreno de alguna ópera nativa, los compositores que tenían alguna lista-consignamos a Paniagua, Covarrubias, Valle, Meneses, Canales y Morales- se entusiasmaron y buscaron la interlocución con el empresario, quien puso trabas para recibirlos. Lo chueco del caso es que Biacchi ya había contratado a la Peralta, haciéndose merecedor del dinero, mas no tenía intención de montar otra ópera que no fuera italiana aduciendo que iba a fracasar, artísticamente hablando. Dado el menosprecio, Melesio Morales -asiduo de las tertulias del maestro León- les hizo escuchar a sus contertulios fragmentos de su Ildegonda, animándolos a tomar cartas en el entuerto. El Cenáculo León designó entonces una comisión presidida por el doctor José Ignacio Durán -un destacado...

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