La silla del águila sigue embrujada

AutorAgustín Basave

Permítaseme reordenar mis ideas en torno a esa tesis. La causa del cambio es obvia: el poder excesivo corrompe. Corromper, según la Real Academia, es echar a perder, y a AMLO lo está echando a perder el enorme poder que ha concentrado y, sí, la ausencia de los famosos contrapesos cuya mera mención le resulta irritante. No hablo de un enriquecimiento personal como el de la gran mayoría de los expresidentes, sino de otra forma de corrupción, que es el abuso del aparato del Estado para combatir a sus enemigos (aunque él prefiere el eufemismo de adversarios, el trato que les da exuda enemistad). Los campos de batalla son la opinión pública y las elecciones. En el primer caso se juega la libertad de expresión; AMLO ya no se conforma con el linchamiento en redes sociales como táctica para inhibir la crítica y empieza a recurrir al uso patrimonialista de los instrumentos de coerción de la Presidencia para disuadir a medios o analistas hostiles.

La réplica de AMLO a este tipo de señalamientos es la comparación con el pasado. Alega que los tecnócratas saqueaban al país y amordazaban a la prensa (su visión de la corrupción no trasciende el neoliberalismo, como si los viejos políticos priistas no hubieran robado y censurado), y acusa a sus críticos de haber callado "como momias". El error de los anti lopezobradoris-tas es correrse al otro extremo y esgrimir que AMLO es peor que sus antecesores, con lo cual le permiten evadir el verdadero debate y descalificarlos como defensores del antiguo régimen y de sus privilegios perdidos (y la acusación es eficaz, pues mucha gente la compra). Para mí, en términos de juego sucio frente a la crítica, AMLO no es peor que los presidentes neoliberales: se ha vuelto igual a ellos. De hecho, la respuesta del obradorismo a la advertencia de que existen amenazas a la libertad de expresión (aquello de que el hecho de que se le critique públicamente refuta ese dicho) es idéntica a la que en su momento daba el priñanietismo para defenderse de esa imputación.

Por otra parte, en la arena política, se da una creciente competencia desleal. Los integrantes del gabinete de AMLO ya encontraron el tablero de mando donde al presionar uno o dos botones se puede aplastar a la mala a la oposición, y convencieron a su jefe de que en la lucha épica por implantar la gran transformación es válido apachurrarlos (los botones y los opositores, que por definición son malvados y merecen eso y más). Al caso Lozoya, que AMLO usa para socavar al...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR