Simulacros

AutorFabrizio Mejía Madrid

De los dramas teatrales de Shakespeare y de Calderón de la Barca sabemos que son distintos a las tragedias griegas porque no lidian con el mito, sino con la historia. Su figura central es el poderoso con sus virtudes y vicios. En un manual para escribir dramas. de 1684, August Adolph von Haugwitz aconseja a los dramaturgos: "Saber el estado de ánimo de un rey o príncipe, tanto en tiempos de guerra como de paz, cómo se gobiernan los pueblos y países, cómo mantenerse en el poder o evitar los consejos nocivos, qué recursos se emplean para hacerse del poder, expulsar a los rivales o quitarlos de en medio. Se debe conocer el arte de gobernar como la lengua materna". Los dramas del poder que se representaban en escena nos hablan de "reyes que son conocidos o por muy buenos o por muy malos; sin medianía". A éstos les corresponde la historia del tirano, su vana ostentación y depravación cuyas bajas pasiones llevan a toda su corte a la destrucción. A los buenos, les pertenece la gesta del mártir, casi siempre basada en La Pasión.

Hablemos de los malos gobernantes en la simulación. Herodes, Ricardo III, Macbeth son investidos por Dios pero su nuevo poder los desborda y su caída va de lo divino a lo animal. Ya en el Discurso sobre la dignidad del hombre (1486), Giovanni Pico della Mirandola había establecido las bases de esta caída, cuyo abismo era la imprecisión de lo humano: "Tú, que no estás definido por nada, definirás tu naturaleza por ti mismo, según el arbitrio en cuya mano te puse. Podrás degenerar al nivel de las bestias o regenerarte al nivel de los ángeles". Los gobernantes malos degeneran, los buenos se regeneran pero encuentran otros obstáculos, como la traición de sus amigos o la impotencia de sus acciones en la trama del destino. Shakespeare fue maestro de esta última. Ya no se trataba del enfren-tamiento entre el poderoso y los dioses de la tragedia griega, sino de la voluntad quebrada por hechos de la fortuna, anunciados en oráculos, sueños, premoniciones, maldiciones, y cuya interpretación se le negaba al héroe. Lo previsto -el destino- se presentaba como sorpresa y el público vivía en suspenso hasta el desenlace. Por ejemplo, a Macbeth sólo puede hacerle daño "un hombre no nacido de mujer" y su reinado terminará "cuando el bosque asedie su castillo". Ambas cosas parecen imposibles y el público se asombrará cuando se le hace saber que Macduff "fue arrancado del vientre de su madre antes de tiempo" y que las tropas de Malcolm han...

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