Simultaneidad y caos

AutorJavier Sicilia

Una forma de esa colonización es la que Alan Finkielkraut llama "libertad fatal": la manera en la que por el embrujo del zapping y el click los seres humanos experimentamos el inmenso poder de la ubicuidad. Mediante esos actos banales, casi todo lo que podemos imaginar aparece en segundos a nuestro alcance, convirtiéndonos en esclavos de nuestra voluntad, en rehenes de nuestro "poder discrecional". Seducidos por la energía que emana de los comandos del "ordenador", abandonados "a la satisfacción inmediata" de nuestros "deseos e impaciencias", presos de la velocidad "de lo instantáneo", nos volvemos no prisioneros de nuestra libertad, como pensaba Sartre, sino esclavos de nuestros caprichos. En segundos, pasamos de un diálogo de Platón a un sitio porno. De éste a un chat o a varios. Del chat al mail. Del mail a una conferencia, al menú de un restaurante, al de un supermercado o a un videojuego. Todo instantánea y simultáneamente. No hay finalidad en ello. Sólo un juego de interacciones donde simulamos habitar y controlar todo.

No se necesita tener una interacción constante con "el ordenador" para experimentar la misma conducta en nuestras relaciones cotidianas. El sistema colonizó nuestras percepciones. Habitados por ellas, nos transformamos en niños que, incapaces de fijar su ego en algo, saltamos de un deseo a otro. Violentamos las reglas, pataleamos cuando nos frustran. Lo mismo lanzamos consignas de ética que las transgredimos en nombre de nuestra libertad. Llevados por los inmensos flujos de información que potencian nuestros aparatos y la falsa sensación de libertad que nos producen, nos movemos de un lado a otro en busca de una satisfacción imposible.

Donde -gracias a su casi absoluta omnipresencia mediática- podemos ver mejor este comportamiento es en Andrés Manuel López Obrador. El presidente mira el mundo no como es, sino como un usuario ve la pantalla de su "ordenador". Lejos de fijar su atención sobre la realidad, la percibe como un menú lleno de posibilidades sobre las que la libertad de su capricho puede operar. De esa forma, embriagado del mismo poder que le confiere "el ordenador" a su usuario, cada día se abandona a la satisfacción inmediata de sus deseos. No hay lugar en el menú de la vida política y social que no recorra. Va así en un mismo día y según su humor, del pasado al presente, de la austeridad a los megaproyectos, de los "fifís" a las inversiones, de los liberales y progresistas a las épocas donde las mujeres...

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