Slavoj Zizek va a la marcha fifí

AutorFabrizio Mejía Madrid

-Que se vaya y que se lleve a sus mugrosos migrantes.

Generalmente el acto crítico más importante no es la acción sino pensar. Aquí no hay ningún pensamiento, sólo la demostración de ira. Cuando queremos que el otro desaparezca es cuando entramos en la lógica de la guerra. Puede que uno no tenga odio contra el otro de inicio, pero es la lógica de pensar que, con su desaparición, uno estaría mejor, más feliz, más satisfecho, cuando comienza la suspensión de toda reflexión. Es, pues, curiosamente aburrida la contradicción: diciendo que la mayoría no tiene cerebro, dejas de usar el tuyo para dejarte ir en una corriente de odio. Mandar pintar una manta que insulta a 30 millones de votantes dice mucho de estos uniformados de Nike: los demás ciudadanos no sólo no son iguales a mí en derechos, sino que no llegan a ser lo "humanos" que somos nosotros. Sin cerebro son los zombis. Los pobres son biológicamente inferiores, lo que justifica su pobreza. Son los esclavos de Dubai, fuera de las murallas de los hoteles de rascacielos con albercas en los techos. Una democracia liberal que les permite votar, no debiera existir. No son seres racionales, sino mani-pulables, comprables, que sólo votan con las vísceras, sin medir consecuencias, sin pensar en que no es posible vivir en una sociedad menos desigual porque eso no funciona -lo dicen los expertos- y es una demagogia que pagaremos todos. La ideología conservadora es así de aburrida.

Pero, ¿qué tenemos más de fondo en el doblez, en el pliegue del deseo de esa ideología? Es el acto. No el de los fifís, que han salido desde hace una década, porque así de gelatinosa es la "tolerancia con los intolerantes", a mostrar su identidad política como simple pasión para que los demás desaparezcan. Me refiero al acontecimiento mexicano de los últimos setenta años, la revolución electoral de su democracia restringida. El acto no ha sido entendido por los opositores ni por quienes lo llevaron a cabo. Se planteó como "imposible" y su aparición tendría que cambiar incluso las condiciones de su propia imposibilidad. Parece que no se entiende todavía que existe la posibilidad, no de elegir entre dos o tres opciones en determinadas coordenadas, sino de cambiar las coordenadas mismas. No era imposible que ocurriera la victoria electoral de izquierda, sino que, para muchos, era imposible pensarla.

En el acto, en la irrupción de lo imposible, lo que falla es el pensar que ese acontecimiento inédito fue un resultado de la...

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