La sobrina sin remedio / El italiano mudo

No sé que pasa. Será que soy muy exigente en las relaciones sexuales o es que estoy destinada a encontrar sólo a chicos que no me revuelven la cacerola como a mí tanto me gusta, que me den hasta de sobra, que me calienten tanto que hasta mi caldito se evapore... ahh, suspiro y lo digo porque ya me pasó muchas veces así (desde que no soy virgen, jajjaja), pero en esta semana me hablaron dos chicos guapos que ni me hicieron cosquillas. Hablemos del más importante, era un italiano con una buena dotación de plátano, no era dominico y tampoco era del plátano macho que tengo en la casa, jijijiji, éste era de una medida estándar del que nadie se puede quejar.

¡El italiano tenía tan lindo aspecto! Cabello castaño y sedoso, tez blanca, ojos celestitos, alto como de 1.78, delgado y con una carita como las que me gustan, afilada y rasgos muy masculinos, con un poco de barba, en fin, era guapísimo para mí y yo andaba en esos días en que mi florecita quería ser polinizada, ésos en los que pido a gritos que "vengan los bomberos que me estoy quemando". Al verlo, pues me dieron unas cosquillitas allá por donde les conté y me dije: "mmm... de aquí soy!! Ahorita lo exprimo para llevarme hasta la ultima gotita de energía que me pueda dar!" Pero mis expectativas no se cumplieron del todo, porque por alguna razón que desconozco, él estaba con sus ojitos cansados, era tímido, casi no hablaba, dije -será porque no habla bien el español, pero el idioma del sexo es internacional- pensé que eso no nos distraería de nuestro objetivo, llegar a la cima con un magnifico orgasmo, digo, si yo le gusto y él me gusta, lo de más es lo de menos.

Pues ahí me tienen, dándole unos besitos y conociendo mejor al Junior, que estaba DE-LI-CIO-SO, con su piel suavecita, pero como brazo de albañil, además de que olía bien rico. Mientras yo disfrutaba de mi postre, él permanecía callado, siempre cerraba sus ojitos y no le salía siquiera un quejidito, aunque se notaba que lo estaba gozando. Después de un rato de estármelo goloseando, decidí ponerle su gorrito para darle su paseo por mis profundidades y al subirme a su vagón, pensé: "ahora sí, abróchate el cinturón porque esto será un paseo largo en la montaña rusa". Y que me empiezo a mover, mis caderas bailando de un lado a otro, de adelante hacia atrás, subían y bajaban, pero él... Seguía sin decir nada!!!

Por un tiempo siguió igual, solo veía sus ojos de felicidad, pero apretaba los labios para que no saliera ningún gemido, por más...

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