Sostiene Pellicer

AutorFabrizio Mejía Madrid

El acto de pensar se vuelve canto y nuestra vida al borde de la noche comienza a despertar.

No hay que volver a nada.

Ya casi hemos llegado a nube firme.

Sostiene Pellicer que eso es lo que hace esta gente, que no es que sea creyente de un optimismo ciego, sino que proviene de la esperanza trágica, de la que trata de salvar lo que este naufragio nos ha dejado. Una nube a la cual aferrarse. No es que salgan a votar por miedo o por rencor, por indignación u ordenada por una suerte de dictador interior. Hay quien hasta la comparó con un anfibio que se niega a madurar, encerrado en un laberinto de pases mágicos.

Estoy todo lo iguana que se puede

Quieto al fondo, miro la destrucción de mi espesura.

Y es la tierra, mi tierra, el polvo mío, el árbol de la noche sollozada, las puntuales blancuras de la garza, las luces de mis ojos, el trayecto de una mirada a otra mirada.

Los mira formándose en la fila, palpando el recuerdo de un encanto siempre desconocido de las nuevas olas. Son la nostalgia del futuro. Han vivido en ese minuto heroico cuando el universo se les derrumbó en lágrimas y sólo un acto de ternura los pondrá en pie sobre las ruinas, izándoles el alma. No son ni el gato ni el ratón, sino la carrera entre ambos, el imposible espacio de lo intermedio entre los ademanes y su sombra. Ni igual ni semejante, ni distinto. Si han pulsado el ensueño, hasta hoy tocan el aire de su olvido.

Es el quizás la ocasión a la mano del porvenir. Hace 13 años los desaforaron cuando no tenían ni ánfora. Los pobres defendieron al indefenso. Luego, presenciaron el abuso bajo la lluvia. Apretaron los puños y se volvieron. Cuando iban regresando, sus casas se habían ensangrentado, sus hijos desaparecido. En un avión, sobre sus cabezas, pasó el Señor Presidente, robándoles hasta el aire y la última de las nubes. Ahora que los acusan de violentos, de odiadores, de rencorosos, recuerdan cómo fueron todo lo iguanas que se puede, absorbiendo el intermedio entre los espectros y las señas. Se miraron a los ojos con pausa y se echaron a andar. Terminaron aquí, piensa Pellicer. ¿Qué habrá de malo en tratar de salir por la única puerta que quedó emparejada?

Se les fue terminando la patria de la que están hechas las hogueras de adentro y salieron para ver si la encontraban afuera. Y aquí llegaron, sostiene Pellicer. Se forman en la silenciosa música de callar un sentimiento. Les está prohibido decir, no vaya a ser que hablen mal. Les está prohibido insultar, no vaya a ser...

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