Strauss-Kahn: lo personal es político

AutorMarta Lamas

Las reacciones en el mundo ante la detención de DSK oscilan entre el desconsuelo y la indignación. Es un golpe para Francia, que tenía en él a su representante mejor situado internacionalmente para la conducción de los asuntos europeos en el FMI. Es un golpe para el socialismo francés, pues con él parecía posible vencer a Sarkozy. Y es un golpe para su familia; en concreto, para su mujer, quien además ha tenido que pagar los impresionantes costos económicos de esta lamentable aventura: millones de dólares entre fianzas, guardianes y abogados. La mayoría de los franceses están indignados por lo que les parece una injusticia, y sus amigos cercanos se resisten a aceptar que la “adicción al sexo” de Strauss-Kahn haya finalmente destruido la carrera política que llevaba construyendo con tanto éxito.

A la pregunta sobre quién se beneficia con este drama, la respuesta inmediata es “los grupos de derecha”: la derecha francesa, la derecha financiera, la derecha estadunidense, la derecha europea. Pero paradójicamente también se benefician indirectamente las mujeres como grupo social. ¿Por qué? Por el simple hecho de que una agresión sexual sea tomada en serio como un delito grave, y porque la circunstancia de que se trata de un hombre poderoso parece no haber influido en el proceso judicial. Así, el affaire Strauss-Kahn se ha convertido en una caja de resonancia de la arcaica desigualdad entre mujeres y hombres. Por eso dos profesoras de derecho, Ruth Rubio Marín y Stéphanie Hennette-Vauchez, han hecho un llamado a que las democracias cierren filas y articulen una condena unánime a los abusos sexuales (El País, 19 de mayo).

Sí, el affaire DSK cambia públicamente la relación entre el poder, el sexo y la violencia de género. Tradicionalmente, los actos groseros, libidinosos y acosadores de muchos hombres con poder han sido, y lo siguen siendo, la tortura de las mujeres que trabajan para ellos. Unas aguantan, otras se van, la mayoría callan. ¿Por qué? Porque es muy difícil probar una agresión sexual, a menos que implique una violación que deje huellas. Pero un manoseo o un forcejeo resultan casi imposibles de verificar. Es una palabra ante la otra. Y muchas mujeres toman una decisión de sobrevivencia laboral pues saben que, ante la posibilidad de perder el empleo, es necesario aguantar y callar. Con este panorama...

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