Zona submetropolitana / La Disneylandia del Vaticano

Luego de la gigantesca empapada del fin de semana pasado, el Gran Sabritón, Benedicto XVI, debe haberse subido a su avión pensando que abandonaba un país que bien podría ser catalogado como la Disneylandia del Vaticano.

Un país lleno de animalitos dóciles, simpáticos, amables, pacientes, sumisos, creyentes y, sobre todo, complacientes.

Todos dispuestos a colocarse como alfombra para que las zapatillas rojas (marca Prada) del Gran Sabritón, caminaran alegremente encima de ellos entre vítores, porras, música y juegos artificiales.

De seguro el Papa se embelesó con los conejos que hablan; con el ratón vestido de anfitrión; con los simpáticos patos que se hacen cada vez más patos; con los osos bailarines con sombreros de charro; y con el ejército de los dos mil 200 tribilines que (según reportes oficiales) se desmayaron de emoción en medio de una muchedumbre interminable.

Qué lindo país de fantasía con un pueblo: "demasiado emotivo, demasiado infantil y demasiado manipulado por los medios y autoridades", tal como lo describe Guadalupe Loaeza (Reforma 27/III/2012).

Aunque quizá el Papa no lo vio así.

Él, como Jefe del Estado Vaticano, quizá sólo vino a comprobar que la religión sigue siendo el opio necesario para controlar al pueblo, además de garantizar sus negocios.

Quizá sólo vino a atestiguar que el férreo orden jerárquico de la Iglesia Católica sigue incólume y que, pese a la disminución de católicos (del 94 al 83 por ciento en 10 años), México continúa "Siempre Fiel".

Claro, no importa que los pobres sigan siendo pobres, ni que haya 60 mil muertos en el sexenio del "presidente del empleo", ni que el crimen organizado siga avanzando en el control de regiones enteras del país.

Mucho menos le importó hablar con las víctimas del padre Marcial Maciel.

¿Para qué perder el tiempo con nimiedades si tenemos una mayoría aplastante? Eso debe haber pensado el Gran Sabritón.

León fue una fotografía perfecta de la premodernidad de un Estado en abierta sumisión al poder de la Iglesia.

EL RATING Y EL CONTROL SOCIAL

Con tal demostración del actual y efectivo poder de la fantasía, no resistí la tentación de acercarme a la Caja Idiota para ver qué nos decía a este respecto.

¡Bendito sea el señor!... la Caja Idiota es cada vez más idiota.

Me encontré de todo. Me sentí en mis viejos días de pepenador en Santa Cruz Meyehualco, buscando algo que valiera la pena reciclar pero la cantidad de basura era apabullante.

Por ejemplo, en TV Azteca me fascinó un programa...

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