La suerte les da la espalda

AutorBeatriz Pereyra

En el futbol, deporte de conjunto, el talento individual no alcanza. Ni siquiera a los dos jugadores considerados los mejores del planeta durante esta década. Cristiano Ronaldo y Lio-nel Messi. En sus vitrinas descansan Balones y Botas de Oro. Son dueños de los títulos de goleo de la Champions. De Mejor Jugador de Europa. Pichichi de la Liga Española, pero no de una Copa del Mundo.

A CR7 y a Messi los hermana una fecha: junio 30 de 2018. El día que, con tres horas de diferencia, los dos fueron echados del Mundial de Rusia. Jornada histórica: es la primera vez que ambos son eliminados el mismo día en una competencia.

A la Argentina de Messi, Francia le hizo las maletas. Cortesía de un adolescente llamado Kylian Mba-ppé. Cristiano Ronaldo fue el cliente de la Uruguay de

Edinson Cavani. Portugal, de vuelta a casa. Ninguno fue estrella; si acaso, un destello.

La historia de Lio ya raya en la tragedia. En ocho partidos mundialistas, duelos directos de vencer o morir, sumó 756 minutos sin gol. Las 65 anotaciones del máximo anotador de la albiceleste palidecen ante la sequía. Messi no puede cargarse al equipo. Un solista sin orquesta.

La ciudad de Kazán lo vio caer ante Francia y frente a los 19 años de Mbappé. Messi se apaga. Mbappé, en plan rutilante. La escena de cada año se asoma, ahora con forma de un 4-3 mortífero en los octavos de final. El rosarino jaló marca en el gol de Di María, dio media asistencia en el de Gabriel Mercado y pase en la anotación del Kun Agüero. Todo fue en balde. Messi está solo. Vencido otra vez. Transmite dolor. El delantero no tiene quien le escriba.

Su gol ante Nigeria, el único de Messi en Rusia, le dio vida artificial a la selección argentina, que llegó en estado de coma. Tras una eliminatoria sufrida, el escenario no cambió para los de Jorge Sam-paoli. Superada la fase de grupos, se engendró la idea de que con carácter y riñones aún se puede ganar un Mundial. El 2-1 parcial los puso a soñar, pero la albiceleste nunca fue equipo. Eran Messi y otros 10. Desarticulados.

Ante Islandia, la estrella del Barcelona tuvo en sus botas el gol del triunfo que nunca llegó. En la goleada 3-0 ante Croacia, fue invisible. Ante Nigeria, un destello. Francia terminó por desnudar las carencias de los sudamericanos. El fracaso postergado por fin los alcanzó. Mbappé y compañía enseñaron el músculo y la lógica se impuso.

Como sus antecesores, Sampaoli no supo qué hacer con Messi ni cómo darle un equipo que lo hiciera brillar. Dirigió...

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