Ellas, las surrealistas

AutorRafael Vargas

Lentamente se acerca el centenario del surrealismo. En doce años más -el primer manifiesto surrealista se publicó en junio de 1924- el mundo pasará revista a uno de los movimientos culturales más influyentes y trascendentales del siglo XX, cuya huella es evidente tanto en las artes como en el pensamiento crítico, que a fin de cuentas forman parte de un mismo entramado. Su conmemoración dará lugar a una vasta diversidad de reflexiones, pues el surrealismo lo mismo tiene que ver con el pensamiento utópico que con la publicidad -la mercadotecnia ha sabido explotar su inmensa riqueza conceptual-, y nunca ha dejado de ser objeto de estudio y debate, dentro y fuera del ámbito académico. El interés por los surrealistas rebasa el marco de la historiografía, si bien es en ese campo donde resulta más fácil advertir la abundante producción intelectual en tomo de su obra y de su vida.

No obstante, hay aspectos del surrealismo que no han sido suficientemente explorados o que, en todo caso, aún son muy poco conocidos por el gran público. Por ejemplo, la magnitud -tanto en cantidad como en calidad- de la obra plástica creada por mujeres afiliadas o afines al surrealismo a lo largo de cinco décadas, y las difíciles circunstancias que les tocó remontar para construir su identidad como artistas en el seno de un movimiento encabezado por hombres.

En efecto, desde sus orígenes, el movimiento surrealista estuvo compuesto casi exclusivamente por varones. Las únicas mujeres que figuran entre los integrantes del grupo fundador son Simone Co-llinet, Gala Éluard y Elsa Triolet, esposas de André Bretón, Paul Eluard y Louis Aragón, respectivamente. De ellas, sólo Simone habrá de colaborar en La Réuolution Su-rréaliste, y sólo por una vez, en el primer número, con unos textos sin título y firmados únicamente con sus iniciales: S. B. (Simone Bretón). Los surrealistas miran a la mujer como musa, puerta de entrada al misterio, encarnación de la belleza, emblema de la pureza u objeto de deseo; la divinizan: no la tratan como su igual.

Sorprende tal actitud. Especialmente por parte de Bretón, quien a los 28 años de edad (la que tenía cuando redactó el primer manifiesto) indudablemente conocía la llamada "carta del vidente", de Arthur Rimbaud, genio tutelar del surrealismo. En esa carta, escrita en mayo de 1871, más de medio siglo antes del primer manifiesto surrealista, Rimbaud, de 16 años de edad, vaticina:

Cuando se consiga quebrar la infinita servidumbre de la mujer...

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