T-MEC: Negociar de rodillas

AutorDenise Dresser

La confusión creada por el propio subsecretario Seade, con sus declaraciones airadas sobre los "agregados" laborales y su viaje intempestivo a Washington, así lo demuestran. El principal negociador mexicano creó un ambiente de duda y confusión sobre lo que supuestamente México desconocía y le fue impuesto. Prevalece la duda sobre si mintió o le mintieron, si Estados Unidos nos metió un gol unilateral o si Seade y el Senado mexicano le metieron un autogol al país por la falta de previsión y de capacidad negociadora.

Como diversos expertos en comercio internacional han señalado, es imposible que Seade no supiera sobre los "agregados" tan controvertidos; formaron parte del documento publicado por el propio Congreso estadunidense el día que el tratado fue anunciado. Parecería que Seade fue tramposo o ingenuo: o quiso engañar a la opinión pública sobre lo que había cedido o no le avisaron sobre las implicaciones de lo que acordó. Y aunque el negociador estadunidense Lightzinger después envió una carta, asegurando que los "agregados" laborales se portarían bien, lo cierto es que el gobierno mexicano acabó aceptando una figura con alcances inciertos.

Jorge Castañeda Morales describe lo ocurrido de manera explícita: más que un tratado comercial, México acabó aceptando un acuerdo laboral. Por eso el entusiasmo del Nancy Pelosi, los aplausos de las centrales obreras estadunidenses, el consenso generalizado que ni el propio TLC logró. En Estados Unidos se cree que el T-MEC podrá ser un instrumento para obligar a México a cumplir con la reforma laboral prometida. Desde afuera nos obligarán a llevar a cabo lo que no hemos podido hacer solos, desde adentro. Competir a partir de buenos salarios y no mano de obra barata. Dejar de ser un país maquilador y atraer la inversión a partir de la productividad y no la explotación laboral. Todo eso es bueno porque implica un avance para la clase trabajadora del país, que contará con mejores condiciones y mayores posibilidades de organizarse de manera independiente. Así, el T-MEC se vuelve un acicate necesario y aplaudible.

Pero también riesgoso por el alcance imprevisto que podrían tener los "agregados" laborales que contarán con poder y presupuesto. México se rehúsa a llamarlos inspectores pero tendrán la capacidad de inspeccionar, monitorear, inducir quejas, y llevarlas a la comisión de monitoreo, aduciendo que México está violando derechos laborales. Eso, a su vez, podría desencadenar un proceso de sanciones a...

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