Telenovela estacionada

AutorJohn M. Ackerman

Los poderosos están de plácemes con la aparente victoria de su "revolución cultural", al estilo de Mao Zedong, que prohíbe, margina y reprime cualquier expresión de descontento social o cuestionamiento al poder. En su discurso con motivo de la presentación de su Segundo Informe de Gobierno, el personaje que se ostenta como el presidente de la República en nuestra propia versión torcida de House of Cards indicó que precisamente el eje vertebral de la segunda parte de su programa estelar será lograr "un cambio de actitud, de mentalidad, un cambio cultural".

El consejero presidente del Instituto Nacional Electoral (INE), Lorenzo Córdova, ya había adelantado hace semanas uno de los ejes centrales del proyecto ideológico de Los Pinos. El vocero del régimen en materia electoral aclaró que el principal problema con la democracia mexicana no sería el deficiente funcionamiento de las autoridades electorales, sino la falta de "confianza" de la población en estas instituciones disfuncionales, así como la resistencia de los actores políticos a asumir y "aceptar su derrota".

El mensaje es meridianamente claro. Al régimen no le bastan las "victorias" legislativas del primer tercio del sexenio actual. Para ellos no es suficiente tapar los ojos, encintar la boca y amarrar las manos de sus adversarios. También habría que arrodillar y humillar a los críticos obligándolos a asumir su "derrota" jurando lealtad eterna al nuevo rey. Se busca pasar de la "vieja" cultura de la crítica ciudadana y el cuestionamiento al poder a una "nueva" cultura de obediencia civil y de abyección frente a los poderosos.

‘‘Valoro que dos representantes de la izquierda mexicana conduzcan los trabajos de ambas cámaras en el Congreso de la Unión. Su presencia en este acto republicano reafirma la vocación democrática, nuestra condición de madurez y de civilidad política, y de normalidad democrática’’, señaló con absoluto cinismo e hipocresía el Frank Underwood mexicano la semana pasada en Palacio Nacional.

Es importante recordar que la auto-alabanza televisada que organizó Peña Nieto no cuenta con ningún respaldo legal ni tiene carácter republicano alguno. La única obligación del presidente de la República es entregar el informe por escrito al Congreso de la Unión. Si el ocupante de Los Pinos realmente tuviera "vocación democrática", hubiera acudido personalmente al Congreso para escuchar los posicionamientos de los partidos de la oposición y dialogar con sus adversarios. Peña Nieto...

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