La temporada: apuntes sin emoción

AutorLeonardo Páez

El 9 de septiembre de 1993 los nuevos empresarios de la Plaza México, Miguel Alemán Magnani y Rafael Herrerías Olea, asesorados por su amigo el matador en retiro Manolo Martínez, quienes sustituían a la poco afortunada dupla integrada por Aurelio Pérez Vülamelón, vicepresidente de Televisa, y Víctor Curro Leal, otro torero retirado, ofrecieron su primera corrida de toros e iniciaron una autorregulada gestión que se ha prolongado a lo largo de 20 años, lapso en que el espectáculo taurino, lejos de repuntar, ha visto descender su atractivo en el Distrito Federal y en la zona metropolitana de la Ciudad de México.

Sería ingenuo responsabilizar sólo a estos antojadizos empresarios de la suerte que en décadas recientes ha corrido una tradición con 487 años de antigüedad en nuestro país. A su mediocre desempeño e inversiones sin rigor de resultados, deben añadirse otros factores: la nula competencia de Espectáculos Taurinos de México, de Alberto Bailleres, pues ambas firmas, con idéntica visión del negocio, contratan a las mismas figuras extranjeras. Ello, aunado al nulo acotamiento por parte de los diferentes sectores que componen, descomponiéndolo, ese negocio en el país, da como resultado una dependiente y discreta oferta de espectáculo.

Con algunas excepciones, tanto otras empresas como ganaderos matadores, subalternos, crítica especializada, autoridades capitalinas, partidos políticos, aficionados y público en general, no supieron o no quisieron enfrentar los cambios que imponía una época contraria al añejo espíritu de la tauromaquia.

El concepto lorquiano de que "el torero es una forma sobre la que descansa el ansia distinta de miles de personas, y el toro el único verdadero primer actor del drama", fue tergiversado por la "tauroma-fia", no por los antitaurinos, hasta hacer del empresario, la figura y al cronista incondicional los falsificados actores principales de un sanguinolento melodrama, tan predecible como la dócil embestida de toros "aptos para el lucimiento".

En estas dos décadas el aforo de la Plaza México -42 mil localidades- se ha ido vaciando, hasta reducir sus llenos a la mitotera fecha del 5 de febrero, aniversario de su inauguración, antes que por la presión de subvencionados antitaurinos, por la mentalidad empresarial que declaró satisfecha: "Yo no hago toreros, contrato figuras", y como éstas son cada día más escasas, el público se volvió aficionado a ciertos apellidos frente a reses pastueñas. Para colmo, las novilladas en...

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