Tenis

AutorFabrizio Mejía Madrid

El tema no le pareció menor a Geoffrey Chaucer, el autor de los Cuentos de Canterbury, que en un viaje en 1387 hacia esa abadía puso a convivir en un libro las narraciones entre frailes, monjas, carpinteros, cocineros, marineros, un estudiante de Oxford, una mujer de Bath -sur de Inglaterra- y un abogado. Ahí califica al tenis como "rey de los juegos y juego de reyes". Doscientos años antes que Shakespeare lo volviera un tema político, Chaucer se refería al "tenis real" para algo más parecido al frontón: se jugaba con la mano -la raqueta se inventa en 1500-dentro de un salón en el que podía volearse en paredes, piso y techo. Contar con un salón para volear era, sin duda, algo de reyes. Enrique VIII tenía uno en Hampton Court. Por eso, quizás, hasta ahora, el tenis se considera un deporte aristócrata, monárquico, y una mujer afroamericana gritando en una cancha resulta una extravagancia. Chaucer, tratando de responder a la pregunta "qué quieren las mujeres", hace responder a la mujer de Bath, que ya lleva cinco matrimonios: "Quieren ser libres, hacer lo que les plazca, volverse ricas, tener honra y los placeres de la cama, enviudar para volverse a casar... Pero lo que realmente desean es tener autoridad".

Es Shakespeare el que introduce el tenis al ámbito del poder cuando centra la diplomacia entre ambos países en un intercambio entre Enrique V y el embajador de Francia. Éste le trae de regalo unas pelotas de tenis, para hacerlo reflexionar sobre una posible invasión de Inglaterra. Enrique toma las pelotas de tenis como una amenaza y le responde en lenguaje deportivo:

"Estamos encantados de que el Delfín sea tan complaciente con nosotros. Le agradecemos el regalo y el esfuerzo. Cuando logremos ajustar nuestras raquetas a estas pelotas, jugaremos en Francia un partido que, con la gracia de Dios, ganará la corona de su padre en la red. Dile que se ha empeñado en un partido con un jugador tal, que todas las canchas de Francia resultarán trastornadas con nuestras voleas. Dile a ese príncipe tan complaciente que su burla ha transformado sus pelotas en balas de cañón y que su alma quedará dolorosamente impresionada por la terrible venganza que volará con ellas."

En Hamlet, Shakespeare escribe de alguien que, según Polonio, miente sobre conocer a otro: "Te dirá, sí lo conozco, lo vi el otro día, apostando, muy bebido, discutiendo sobre un juego de tenis, y entrando en una casa de pobre reputación, esto es, en un burdel". Por eso, cuando Tom...

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