Tercera carta abierta a Andrés Manuel López Obrador

AutorJavier Sicilia

Durante tu campaña, Presidente, prometiste hacer de la verdad, la justicia y la paz la agenda de la nación. Por desgracia dejaste a un lado esas promesas para poner en su lugar otras que carecen de sentido cuando el país está en llamas. A fuerza de reducir la erradicación de la violencia a abrazos y no balazos, y a un puñado de programas sociales destejidos de una verdadera y profunda política de Estado en materia de justicia transicional, la consecuencia de los abrazos es la misma que la de las balas: sufrimiento, indefensión y muerte. No se trata, como dijo Jacobo Dayán, de cuántos balazos o cuántos abrazos hay que dar para detener el horror. Las dos estrategias están equivocadas. Se trata de saber cuánto Estado se necesita para construir la justicia y la paz, y eso implica políticas de Estado profundas que tú, Presidente, prometiste hacer y no has hecho.

Contra ello, te aferras a tu estrategia y pides paciencia. Pero los ciudadanos que padecemos todos los días, desde hace años, las consecuencias de la violencia, que vemos cómo sus llamas consumen nuestra casa y destrozan a nuestras familias, te decimos que ya no hay tiempo.

Hace un año dijiste que gobernarías para todos y que juntos haríamos historia. Hace un año dijiste que la agenda fundamental de la nación serían la paz, la justicia y la seguridad. Hace un año, por lo mismo, nos firmaste un pagaré para que eso, que nos han robado los criminales y el Estado, nos fuera devuelto. Después de un año -con 30 mil asesinados que se suman a las centenas de miles de asesinados y desaparecidos de las otras administraciones, y con la masacre de los LeBarón- nos han devuelto el cheque con un sello que dice "fondos insuficientes".

Pero muchos mexicanos nos negamos a creer que el banco de este gobierno está quebrado, que las bóvedas del Palacio Nacional y de los palacios de gobierno no tienen fondos y están vacíos, saqueados por el crimen organizado y sometidos como nuestros caminos, nuestras calles, nuestras instituciones. Por ello voy a caminar de nuevo con lo único que tengo, mi dignidad, mi rabia y mi palabra, para decirte a ti y a los que quieran escuchar que la casa de todos sigue en llamas, que debemos abandonar el hábito -que nos inoculó la violencia- de insultarnos, descalificarnos, difamarnos, polarizarnos; que debemos sacudirnos la indiferencia bovina a la que, a fuerza de horror y miedo nos está reduciendo la violencia, hasta normalizar el crimen, y que sólo unidos podemos hacer posible...

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