El testimonio de un fracaso

AutorOlga Pellicer

En el recinto de la Asamblea General, adonde año tras año acuden jefes de Estado y de gobierno a exponer sus interpretaciones de la situación mundial y sus prioridades, dominan por lo general un estilo mesurado, voces acompasadas y poca expresividad. Calderón no se inscribió en esas tradiciones. Pronunció su discurso de manera un tanto exaltada, con un estilo más parecido al de un diputado que al de un jefe de Estado dirigiéndose al mundo. No es la primera vez que hace algo similar en ocasiones que no lo ameritan ni lo aconsejan; estilo personal, dirán algunos.

Lo más importante fue el contenido del discurso. Estuvo dividido en cuatro secciones. Las tres primeras, oscilando entre informe de gobierno y mensaje al mundo, estuvieron dedicadas a los resultados alcanzados en la reunión del G-20 en Los Cabos, a los avances de México en la persecución de las Metas del Milenio, y a los logros nacionales e internacionales en materia de cambio climático.

Ahora bien, fue la cuarta sección, la más larga y elaborada, la que contenía los señalamientos más interesantes. Allí se refirió a la gravedad de la violencia desatada por el crimen organizado, a la urgencia de buscar alternativas para combatirla y a la responsabilidad que debe asumir la Organización de las Naciones Unidas al respecto.

Seis años después de haber lanzado lo que él mismo llamó "la guerra contra las drogas", Calderón informa en la ONU que el consumo no ha disminuido y, en cambio, "las enormes ganancias derivadas del mercado negro, provocado por la prohibición, han exacerbado la ambición de los criminales y aumentado el flujo de recursos hacia sus organizaciones. Esto les permite crear redes poderosas y les da una capacidad de corrupción prácticamente ilimitada". De allí que haya llegado el momento, sostuvo, de "explorar todas las alternativas para eliminar las ganancias exorbitantes de los criminales, incluyendo opciones regulatorias o de mercado orientadas a ese propósito". Al igual que lo hicieron sus colegas de Colombia y Guatemala, Calderón evitó el uso del término "despenalización". Es evidente, sin embargo, que las opciones a que se refiere conducen a considerarla como una prioridad.

Para encaminarse hacia esas nuevas alternativas, Calderón propuso que la ONU no sólo participe, sino que "encabece un serio y profundo debate que permita hacer un balance, por una parte, de los alcances y límites del actual enfoque prohibicionista, y, por la otra, de la violencia inhumana que generan...

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