En la tierra del nunca jamás

AutorSamuel Máynez Champion

FORTWORTH, TEXAS.- Ningún mexicano en su sano juicio podría negar que una visita a esta floreciente urbe no le resulte bochornosa. Inevitables son las comparaciones entre la visible bonanza que aquí se palpa frente al deterioro que experimentan las ciudades de nuestro país, hundidas cada día más en la irracionalidad y la barbarie. ¿Cómo impedir que se enciendan fobias y se activen rencores ante la desigualdad manifiesta? ¿Cómo desmentir que los mexicanos -tampoco los novohispanos-fueron incapaces de valorar, menos aún de defender, lo que entonces eran praderas despobladas y que, una vez anexadas a la Unión Americana, se convirtieron en pujantes emporios urbanos?

Mas vayamos al origen mismo de la ciudad texana para entender la magnitud de aquello que está en entredicho, cabalgando entre la productiva ambición del poblador estadunidense y el sino trágico -llamémosle también abulia e ineptitud- del mexicano. Fort Worth se funda en mayo de 1849, sólo un año después de haberse oficializado la usurpación del territorio nacional y, como su nombre lo dice, tuvo la finalidad de fungir como fuerte defensivo, uno de los 10 que el general William J. Worth (1794-1849), pretendía construir a lo ancho del flamante estado. A la muerte de Worth, su sucesor, un veterano de la guerra contra México, completa el obraje erigiendo junto al río Trinity el Camp Worth que habría de honrar para siempre la memoria del exitoso combatiente. Más adelante, el Departamento de Guerra yanqui lo denomina con el apelativo actual.

A partir de ahí, de esos albores como asentamiento de la milicia, viene el primer periodo de auge merced a la industria ganadera que logra, de forma vertiginosa, consolidar su derrotero comercial. Es tal su importancia en ese rubro que recibe el sobrenombre de "Pueblo vaquero" o Cowtown. Hacia 1876 llega el ferrocarril que expande aún más el ímpetu financiero, al que se le suma la riqueza aportada por la explotación de los yacimientos de petróleo descubiertos en 1920 en sus derredo-res. Con esos elementos -son de agregar las aportaciones de su prominente industria aeroespacial y farmacéutica- el auge es total, dando pie para que el flujo monetario se ramifique en las acciones educativas y culturales que forjan la civilidad que hoy presume. En 1873 se construye la primera universidad, la TCU o Texas Chris-tian University que, al cabo de las décadas, se impone como uno de los centros de enseñanza superior mejor dotados de los E.U. (Destina anualmente...

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