Las tierras sagradas, bajo acecho

AutorJorge Sánchez Cordero

Dakota del Sur se ha convertido en un productor importante de petróleo en Estados Unidos. Con el propósito de llevar el energético a la zona industrial del estado de Illinois, la empresa Dakota Access LLC construye el oleoducto Bakken, que tiene una extensión de casi mil 800 kilómetros y colinda con la reserva de la tribu Sioux de Standing Rock, territorio situado al oeste del río Missouri y de las colinas negras, que ese pueblo considera sagradas. La construcción del ducto ha provocado múltiples protestas, ante las cuales el gobernador Jack Dalrymple convocó a la Guardia Nacional, que arrestó a más de 140 personas. El 16 de noviembre del año pasado se realizó incluso una movilización nacional contra el tendido del oleoducto, el cual rememora las épocas de confinamiento indígena de finales del siglo XIX.

Las tierras sagradas de los pueblos Sioux de Standing Rock están protegidas por el tratado de Fort Larami, suscrito entre éstos y el gobierno estadunidense, lo que obliga a respetarlas. El Ejecutivo federal fue condenado por la Suprema Corte de Justicia (US u Sioux Nation oflndians. 448. US 371.1980) al pago de una indemnización a raíz de la ocupación ilegal de las colinas negras motivada por la fiebre del oro. Hasta la fecha, sin embargo, esos recursos no han sido tocados por los pueblos Sioux, cuya pretensión es que se les restituyan sus tierras sagradas.

Las posturas gubernamental y comunitaria reñejan dos lenguajes excluyentes. El pasado 24 de enero el Ejecutivo federal estadunidense suscribió una orden ejecutiva que decreta la revisión y autorización, en su caso, para concluir el oleoducto y modifica la del 4 de diciembre último, que proponía una ruta de construcción alterna (Proposed Dakota Access Pipeline Crossing at Lake Oahe). Los pueblos Sioux ya manifestaron que recurrirán la nueva medida en las cortes.

Una batalla similar se libra en Canadá, específicamente en la cuenca de Athabasca, ubicada al norte de las provincias de Sas-katchewan y Alberta. Ahí se halla, entre otras, la mina McAr-thur River, que provee el 20% de la producción mundial de un tipo de uranio reputado por su pureza. Ese territorio alberga al pueblo indígena Denésoliné (pueblo de los eriales), que forma parte en aquel país de las llamadas Primeras Naciones (First Nations).

Era esperable la colisión entre dos aproximaciones radicalmente distintas. Para las compañías mineras, la apropiación de estos territorios participa del concepto de tierra de nadie (terrae nullius), que ha legitimado la colonización en Canadá y desdeña el vínculo indígena con la tierra. Aquellas empresas están prontas a descalificar cualquier concepción indígena, que consideran un obstáculo para el progreso, pero desde luego contrario a sus intereses.

Para las comunidades originarias, empero, esa concepción desarrollista deriva en vínculos disfuncionales...

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