El Valedor/ Ese tirano...

Sabrás del hombre y el sudor colmado, - polvo en el polvo rendirás tributo, - y procrearás un hijo asesinado...

Los poetas esta vez, mis valedores, esas "torres de Dios", que les dijo un poeta: Rubén Darío. Los poetas frente a las masacres de Tlatelolco, Rivera de San Cosme, Aguas Blancas, Acteal. Digo Tlatelolco y quiero decir Batallón Olimpia, sangre derramada, masacre, holocausto, Campo Militar, represión, memoria histórica lacerada. A propósito...

Horacio Espinosa Altamirano es un poeta. ¿Lo conocen ustedes? ¿Alguno lo habrá leído? ¿Lo habrán oído mentar? De su persona sé que mal vivió los tiempos anubarrados de Tlatelolco, y que un pedazo de su biografía personal lo vivió, sobrevivió- empozado en alguna de las celdas del siniestro Campo Militar No. 1, y que, a modo de purga con qué eliminar toxinas de aquella malaventurada experiencia, en saliendo a la libertad se dio a la creación de su Códice Mayor, donde en un abundoso borbollón de metáforas vació su experiencia bajo la bota y el espadón al servicio de aquel PRI-Gobierno autoritario y represor que sembró de víctimas Tlatelolco.

¿Siempre ayer, ahora y siempre- Tezcatlipoca, Espejo de la Muerte, - ordenará el festín, la necrofagia- con la carne y el espíritu del Hombre?

¿El genocida siempre -ayer, ahora y siempre- dirá la última palabra? El códice hablará de la serpiente alada - porque la mano tiembla ante la mandíbula cainita - o el tatuaje sanguíneo y homicida..?

Mis valedores: que aquel 2 de octubre de aciaga memoria no se nos borre de la memoria histórica. Que no nos lo vayan a distorsionar. Que se mantenga viva -y actuante, ojalá- esa indignación ante la torva figura de aquél al que justicia inmanente- asesinó el cáncer, por más que algunos calculan que sigue vivo y que alienta en el almácigo de cadáveres de Rivera de San Cosme, Aguas Blancas, Acteal. En fin. Pero hablábamos de poetas.

Uno de ellos, colombiano y que escribía en prosa, redactó en El Gran Burundún-Burundá ha muerto las exequias del represor. A lo esperpéntico, que tal es el represor en nuestros países al sur del Bravo: un trágico esperpento. En tal novela de escasas páginas, Jorge Zalamea delineó la relación caricaturesca de las exequias de aquel Gran Burundún-Burundá, satrapilla sanguinolento y tropical, que en sus días -en sus Díaz- fue aborrecido por todo un pueblo al que valido de los de uniforme ensangrentó, y que a la hora de su muerte fue execrado por las multitudes, pero honrado por diputados, senadores...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR