El Tláloc de Rivera sí le gusto a Siqueiros

AutorRaquel Tibol

Nuestra historia se ha vuelto, en sus manos pequeñas, raza, grito, color, pasión, dulzura, ídolo, niño, mazorca y bandera, selva, nube, estrella. ¡Qué orgullo haber convivido su tiempo!

(Salvador Novo al hablar en la celebración de los 70 años de Rivera en 1956).

Con el entusiasta respaldo del Gobierno del Distrito Federal, la coordinación de Obras y Proyectos Sus-tentables de su Secretaría del Medio Ambiente se hizo cargo de la restauración tanto del mural El agua origen de la vida en la Tierra, en el interior del edificio del Cárcamo de Ler-ma, así como la Fuente de Tláloc ubicada en el exterior, frente a la entrada del edificio. El empeño mayor se debió a quien era entonces director del Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental, Eduardo Vázquez Martín, quien supo ganar voluntad y confianza de las varias instituciones federales y locales, y de sus respectivos funcionarios, para llevar a cabo un proyecto que debía mejorar aspectos secundarios, sin alterar sino restaurar debidamente lo realizado por Diego Rivera en los años cincuenta.

En la parte interior el asombroso y bellísimo mural, trabajado con emulsión de poliestireno (BKS-92) de la empresa Du-pont, no fue sometido a un adecuado secamiento de pigmentos y barnices, porque al presidente Miguel Alemán le urgía lucirse con su inauguración. El agua cubrió la pintura y, como era de preverse, la deterioró muy rápido.

Rivera padeció profundamente esta circunstancia, pues había insistido en que el original se cubriera con su versión en mosaico de vidrio. Esto se puede constatar en la carta que el 3 de junio envió a la dirección de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes, a cargo entonces de su hija, la arquitecto Ruth Rivera Marín. Ahí Rivera indicaba:

El precio de costo que se señala para el restauro de los murales por el Instituto de Restauro es de $500 (quinientos pesos) metro cuadrado, precio que es exactamente el costo del mosaico de vidrio sobre placa de cemento, colocado en el sitio.

Al fallecer Rivera en 1957, tanto el interior como la Fuente de Tláloc en el exterior quedaron en un abandono que produjo gran deterioro. Debieron pasar 35 años para que el INBA decidiera rescatar esa obra de incomparable originalidad, proceso que no fue considerado en su totalidad sino hasta 2007, cuando el área que ocupaba quedó bajo la custodia del Museo de Historia Natural y Cultura Ambiental, cuyo director, su cuerpo de asesores profesionales en distintas disciplinas, más el apoyo...

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