Tráfico ilícito de bienes culturales. La arquitectura del mercado de arte

AutorJorge Sánchez Cordero

Depredadores del patrimonio cultural mexicano que operaban en Campeche descubrieron el magnífico friso, pintado en estuco y decorado con el rostro de un joven soberano que portaba un penacho, propio de los monarcas; existen sin embargo otras versiones en la literatura especializada que le confieren a esta imagen el significado de dios del maíz. Al parecer el frontispicio había sido cuidadosamente sepultado en el ritual de la destrucción de un monumento importante (David Freidel).

Los saqueadores dieron cuenta del hallazgo a Everett Rassiga, un comerciante de arte neoyorquino que se interesó en la compra y proveyó el financiamiento para la sustracción. En principio Rassiga ofreció la pieza a Josué Sáenz, muy conocido en el mercado del arte por su afición a los objetos precolombinos y por pagar hasta el doble del precio en el que se cotizaban en el mercado negro.

Si bien Sáenz se interesó en la compra, Rassiga consideró que podía obtener un mejor precio en su plaza. Con ese propósito la fachada de Placeres fue seccionada y protegida con placas de yeso, y para su transporte se habilitó una pista de aterrizaje clandestina en Campeche. El friso fue llevado a Mérida, de ahí a Nueva Orleans y posteriormente a Nueva York (Donna Yates).

El arribo a esa ciudad del gran frontispicio maya coincidió con los preparativos de una exhibición magna en el Museo Metropolitano de Nueva York (Met), intitulada Before Cortes; Sculpture of Middle America (septiembre-enero de 1971). Rassiga intentó capitalizar este evento y ofreció la pieza a Thomas Pearsall Field Hoving (1931-2009), director de ese recinto, quien consultó al respecto a Joseph Veach Noble, vicedirector de operaciones del Met. Después de una inspección ocular de la fachada, Hoving se negó a comprarla.

Más aún, el director del Met convocó en Nueva York a Ignacio Bernal, en la época director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), quien identificó el friso. Para preservar el secretismo al que estaba obligado por la naturaleza del caso, Hoving introdujo furtivamente en uno de los bolsillos de Bernal el nombre de Rassiga.

Bernal fue categórico con el traficante de objetos arqueológicos: o restituía la fachada maya o se le confiscaría una propiedad que tenía en Cuernavaca, Morelos. Rassiga optó por lo primero y el frontispicio fue restituido a México; actualmente se exhibe en la sala maya del Museo Nacional de Antropología e Historia.

El pillaje de este tipo pone en relieve los desmesurados estragos que provoca el tráfico ilícito; uno de ellos...

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