La tragedia de una hondureña. "Aunque pasen 30 años voy a recuperar a mi hija"

AutorNeldy San Martín

Jessica tenía año y medio sin ver a su hija Marina. Por eso, al reencontrarse con ella, lo primero que hizo fue cargarla y abrazarla. Apenas pudo sonreír después de los meses de zozobra.

La menor fue separada de su madre cuando tenía sólo ocho días de nacida en Tapachula, Chiapas, y registrada con otro nombre y otros apellidos por doña Ana, una presunta tratante de personas del municipio de Huixtla, quien hoy se encuentra presa por ese ilícito.

La madre, una hondureña de 27 años que pidió ser identificada sólo como Jessica, llegó 40 minutos antes de su cita la mañana del lunes 2 a las instalaciones del Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) en Huixtla. Llevaba el cabello planchado, las pestañas pintadas y una mochila en la que cargaba una cobijita rosa para su bebé.

El reencuentro estaba programado para las 09:00 horas, pero llegó a las 08:20. Estaba nerviosa y se sentó en una banca, donde esperó la hora convenida mirando su celular.

Cinco minutos antes de las 09:00 decidió entrar a las oficinas del DIF. Una trabajadora le preguntó cuál era el nombre de la menor que buscaba. Jessica no supo contestar. No ha podido aprenderse el nombre que le puso la mujer que se la arrebató.

Jessica fue conducida a una oficina donde la esperaba una trabajadora con la pequeña. "Ella es tu mamá", le dijo la empleada a Marina, quien ahora tiene un año con cinco meses.

"¡Mamá!", balbuceo la pequeña, una palabra que siempre pronuncia ante las psicó-logas y trabajadoras que la cuidan.

"Yo soy tu mamá", reiteró Jessica, quien sólo quería estar con su hija. Comenzaron a jugar con unas hojas de papel, como si nunca se hubieran separado.

Jessica salió de Honduras en febrero de 2018, amenazada de muerte por un grupo de maras, quienes ya habían asesinado a varios miembros de su familia por no ceder a sus extorsiones.

Tenía cinco meses de embarazo cuando cruzó la frontera de su país, donde se quedaron su madre y sus otros tres hijos. Pensó en México como un refugio seguro para trabajar y parir a su hija. Como no sabe leer ni escribir, Jessica pensó también en estudiar.

Llegó aTapachula, pero a los pocos días se instaló a 40 kilómetros, en Huixtla, en el límite de la Sierra Madre y la llanura costera del Pacífico, una ciudad de paso y punto de apeadero para los migrantes centroamericanos. Su embarazo le impidió continuar y se quedó en Huixtla. Comenzó a trabajar en un comedor y rentó un cuarto en espera del nacimiento de su bebé.

Ahí conoció a...

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