Tragedias de la diáspora Siria

AutorAnne Marie Mergier

PARÍS.- "No quería irme de Siria", confía Nawal S., "pero no tuve alternativa. Un amigo acababa de salir de la cárcel y me aconsejó dejar el país cuanto antes. Según me contó, los oficiales de inteligencia que lo interrogaron mencionaban mi nombre con frecuencia y me tenían en la mira.

"Salí para Beirut el 14 de agosto de 2012 y llegué a París un mes después. En seguida pedí asilo político, pero todavía sigo esperando respuesta. En Damasco trabajaba con refugiados palestinos en un programa de capacitación para mujeres. Y ahora heme aquí, refugiada a mi vez. ¡Las vueltas de la vida..!"

Nawal S. (quien pide no revelar su apellido, pues teme represalias) apenas se da a entender en inglés. Habla despacio, busca controlar sus emociones y cuando no lo logra, ríe. Pero su risa suena muy triste. "Mi historia es la de millones de sirios víctimas del régimen de Bashar al-Assad", dice a Proceso esta feminista de 31 años.

"Yo tenía una vida normal: novio, buenos amigos, trabajo, vacaciones y discotecas de vez en cuando... Como todos mis amigos, me apasioné por la Primavera Árabe, seguía de cerca lo que pasaba en Túnez, Egipto, Libia y, por supuesto, participé en manifestaciones pacíficas en Damasco para exigir democracia y libertad. Pero Al-Assad hizo oídos sordos y empezó a matarnos".

En mayo de 2011 ella y sus amigos crearon una pequeña organización llamada Sirios y se lanzaron a la resistencia pacífica. Se volvieron periodistas ciudadanos: Con sus celulares grababan las acciones violentas de la policía y difundían los videos en internet.

El 20 de julio de ese año Sirios movilizó a cientos de mujeres en una manifestación en la plaza Bab Touma, en el corazón de Damasco. La respuesta de la policía no se hizo esperar.

"Estaba con tres compañeras y de pronto nos atacaron los policías. Nos apalearon, nos arrastraron por las calles sin dejar de golpearnos. Se complacían exhibiéndonos ante manifestantes y paseantes. Nos de-tuvieron 24 horas en la delegación policiaca de Kssa'a, luego otro día en la de Kfar Suseh y finalmente acabamos en la Policía Criminal, donde pasamos 10 días incomunicadas en una celda minúscula.

"Nos interrogaban a cualquier hora del día o de la noche. Nos insultaban, pero no nos torturaron. El 31 de julio nos presentaron ante un juez que nos liberó y nos puso bajo vigilancia judicial."

Nawal no se dejó intimidar: "Me volví activista de tiempo completo. Montamos una red de asistencia para los habitantes de los alrededores de Damasco, víctimas de bombardeos, y para el creciente número de desplazados, y viajé varias veces por carretera a Beirut a fin de organizar el envío clandestino de medicamentos y material médico.

Debía desplazarme personalmente a Líbano porque nuestras comunicaciones estaban intervenidas. El 27 de octubre de 2011 me detuvieron en la frontera de Siria con Líbano. Sólo me dijeron que la policía política me buscaba. Me subieron a un vehículo de los servicios de inteligencia y me llevaron a Damasco.

Nawal permaneció tres semanas (del 27 de octubre al 20 de noviembre) incomunicada en una celda minúscula en el sótano de la Dirección de Asuntos Políticos y de Seguridad.

"Esta vez tampoco me torturaron físicamente pero me sometieron a presiones psicológicas cada vez mayores. Lo que más me afectó fue el chantaje con mi familia. Entre otras cosas me amenazaban con acusar de desertor a mi hermano, quien entonces servía en el ejército.

"El 21 de noviembre comparecí ante el primer juez de instrucción de Damasco, Ahmad Al-Sayed, quien ordenó mi...

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