La trampa del desalojo

AutorJavier Sicilia

Ha sido igualmente, y en segundo lugar, otra expresión de la inoperancia del poder en su rostro priista, que se ha caracterizado por el desprecio y la lejanía de la vida ciudadana.

A la administración de Enrique Peña Nieto, que se ha convertido en un montón de discursos vacíos e intransigentes bajo el disfraz de la unidad democrática del Pacto por México -en realidad una reedición del asentimiento bovino de la antigua aplanadora del PRI-, las demandas de los maestros nunca le han importado. No ha dejado de oponerles la sordera del poder y de una reforma educativa votada a espaldas de la realidad, de las necesidades del país y de un real ejercicio de consensos democráticos. Tampoco le han importado las molestias causadas por las protestas de la CNTE a los ciudadanos. Frente a ellas no dejó de utilizar el disfraz de la democracia y de la libertad de expresión.

Lo que le ha importado es su imagen. Obnubilada por el mundo de la virtualidad y del juego mediático, la administración de Enrique Peña Nieto ha querido gobernar con un cambio de percepción y no de la realidad. Contra ésta, que es la violencia, la impunidad, la injusticia, la fragmentación, el descontento y el precipicio del estallido social, ha creído que un discurso y una imagen de fuerza cambian lo real. Así, después de tolerar las demandas de la CNTE que nunca escuchó ni tuvo la intención de negociar; después de destrozar bajo el estrés, el enojo y la impotencia a los ciudadanos, amparándose en la tolerancia democrática, decidió, para los festejos de la Independencia, desalojar con el gobierno del DF a la CNTE de la plancha del Zócalo.

Su objetivo no fue devolverle al país su estado de derecho -eso sucede sólo en el internet de su imaginario y de la virtualidad de su discurso-, sino continuar intentado cambiar la percepción. Obstinada en ello, la administración de Peña Nieto ha creído que al desalojar el Zócalo nos demostró la capacidad negociadora de un Estado fuerte. Ha creído también que al celebrar el símbolo decimonónico de la Independencia -una de las fiestas donde el viejo PRI, como un obsceno pavorreal, alardeaba de su poder- la preserva. La realidad, que es concreta y dura, dice, en cambio, que el Estado no existe porque hasta ahora ha sido incapaz de garantizar la seguridad, la paz y la justicia -condiciones fundamentales de su existencia real-. Dice también que la Independencia dejó de ser bajo el embate del neoliberalismo y del impulso de las reformas estructurales del...

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