Tras la catástrofe, la torpeza gubernamental

AutorLouisa Reynolds

SAN JUAN ALOTENANGO/ESCUINTLA, GUATEMALA.- Mientras mece en sus brazos a su hija de tres meses, Joseline Xeron habla sobre las condiciones de vida en uno de los dos albergues habilitados en el municipio de San Juan Alotenango.

Desde que ingresó al albergue debe hacer fila para todo: para recibir alimentos, para usar las duchas y el sanitario y ahora, para ser atendida por un médico, ya que padece malestar estomacal y diarrea.

Asegura que la comida es monótona: Protemás (un suplemento de soya) y frijoles tres veces al día, y que no es apta para niños.

"No nos dejan ingresar otros alimentos para que podamos consumir algo diferente. A las personas que vienen a ayudar no las dejan entrar porque dicen que estamos bien y es mentira", afirma con amargura. "Sólo nos dan una hora para salir, de 10 a 11, y si no llegamos a esa hora no nos dejan entrar. Vinimos buscando ayuda y llegamos a una cárcel".

A la entrada del albergue, voluntarios provenientes de otro municipio intentan ingresar con víveres y ropa, pero el personal de la Secretaría de Obras Sociales de la Esposa del Presidente, instancia encargada del recinto, les informa que deben llevar los insumos a la municipalidad, que funge ahora como centro de acopio.

César Franco, de 39 años, quien pernocta en el albergue con su esposa y dos hijos de tres y cinco años, se suma a la acalorada discusión y asegura que el alcalde utilizará las donaciones con fines proselitistas durante la campaña electoral de 2019.

"Esa ayuda nunca nos va a llegar; la van a usar para la campaña política. Queremos recibir aunque sea un granito de arena de la ayuda que está trayendo esta gente", afirma Franco, agricultor.

El "acarreo" de votantes a las urnas a cambio de víveres es una práctica común en el área rural, lo cual ha despertado sospechas y señalamientos sobre la presunta politización de la ayuda para los damnificados.

Frustrados, los voluntarios se retiran con las cajas de víveres y Franco vuelve a ingresar al albergue, sacudiendo la cabeza.

La tensión crece entre los evacuados que pernoctan en los albergues. No saben dónde ni en qué condiciones serán reubi-cados tras la erupción del Volcán de Fuego, que dejó un saldo de 110 muertos y 197 desaparecidos.

Familias enteras duermen en el suelo, sobre colchonetas. En muchos de los albergues -en su mayoría escuelas y templos que han sido habilitados para atender a las víctimas- no hay agua corriente y los evacuados se ven obligados a bañarse con jícaras. El encierro...

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