Triste retorno a México...

AutorBeatriz Pereyra

A Jorge Gutiérrez se le desdibujó la sonrisa el día que le dijo adiós a la NBA. En abril de hace tres años llegó a la arena de los Hornets de Charlotte y ya no pudo pasar al vestidor. Lo interceptaron en el camino para acompañarlo a la oficina del gerente general. Cuando eso ocurre no hay buenas noticias. Con sólo 12 juegos y 63 minutos en la duela, el equipo le informó que no renovaría su contrato.

Le cuesta abordar el tema. Logró la meta que se impuso a los ocho años: llegar a la NBA, a la élite del baloncesto mundial, donde no pudo mantenerse. Se alejó nueve años de su familia para alcanzar la cumbre. Saldo final: tres equipos, 47 juegos, 482 minutos y un desconsuelo que lo rebasa. Gutiérrez no alcanza a digerirlo: le quedaron a deber minutos.

Me hubiera gustado tener más minutos. No es racismo, jamás fue eso. En Charlotte, por ejemplo, éramos tres en la misma posición: Kemba Walker, Jeremy Lin y yo; ellos ganando millones de dólares y yo salario mínimo. Eso es parte del negocio. Si le pagas más a alguien esperas que haga más y tiene más oportunidades. Walker era la estrella, pero había juegos donde Lin no jugaba y estaba mal. Yo decía: 'Denme minutos'. Y no. En las prácticas demostraba que podía competir. Hay jerarquías y contra eso no se puede hacer nada.

Llegó el momento de explorar nuevas opciones, le dijo su agente.

Las puertas del basquetbol turco se le abrieron con el Trabzonspor, un club que juega en Trabzon, ciudad ubicada en las costas del Mar Negro, mil kilómetros al oeste de Estambul, donde jugó una temporada completa y la directiva le quedó a deber. Llegó con la temporada iniciada y cinco derrotas el hilo del equipo. Gutiérrez contribuyó para hilar seis victorias y se convirtió en el bienamado de los aficionados.

En Turquía se lesionó por primera vez. La rodilla derecha le impidió jugar a su mejor nivel. El equipo acumuló derrotas y reclamos en las gradas. Conoció la agresividad de los fanáticos enojados y de directivos que pagan sólo cuando hay victorias. Retrasar los pagos es la manera de presionar a los jugadores para que pongan más empeño. La relación entre las partes se quebrantó: jugó lesionado sin la atención médica necesaria para tratar de recuperar su dinero.

Todavía se le enchina la piel cuando recuerda el Namaz, la oración que cinco veces al día suena en los altavoces cercanos a las mezquitas. Los 10 años que vivió en Estados Unidos sembraron en su cabeza la idea de relacionar a los musulmanes con el terror. Él mismo no fue aceptado por sus compañeros turcos, que lo mal miraban por occidental y trabó amistad con los jugadores estadunidenses que tampoco eran...

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