Un turno en terapia intensiva

AutorRicardo Raphael

No puedo comparar esta experiencia con ninguna otra. La presión, la adrenalina y el cansancio se mezclan con el sufrimiento de los pacientes.

Padecen porque les falta oxígeno, a pesar de las puntas de oxígeno, las mascarillas o los ventiladores; están cianóticos, desaturan por culpa del virus alojado en sus pulmones.

En el hospital les ofrecemos tratamiento paliativo porque no hay cura o son muy caras las que se están ensayando en otras partes.

Les damos líquidos para que no se deshidraten, intentamos controlar la fiebre, suministramos anticoagulantes y cortico-esteroides, pero nada de esto es curativo.

Sabemos que en otros países se están recetando antiparasitarios (ivermectina) y también antimaláricos, pero nosotros no los usamos.

También que se usa un antiviral conocido como Remdesivir, el problema es que es muy caro. Una dosis para tres días cuesta más de 11 mil pesos. El hospital no puede pagarlo y mucho menos los pacientes.

Por las restricciones presupuestales también nos hacen falta sedantes. Este es un problema, sobre todo para las personas que están intubadas. Cuando se despiertan quieren arrancarse el tubo, lo cual es muy peligroso; además que será muy difícil volver a intubar.

Hemos reclamado a la administración, pero tales medicamentos tampoco llegan.

Tenemos que trabajar con mucha velocidad porque los pacientes enfermos de coronavirus decaen rápidamente. La careta se empaña, perdemos con frecuencia visión, los enfermos no tienen fuerza para cooperar o están inconscientes.

El coronavirus no sólo afecta los pulmones, es una bomba para todo el organismo. Daña los vasos sanguíneos, el hígado y los riñones, provoca trombos que pueden afectar el corazón y el cerebro; un estudio reciente habla de la desmielini-zación de las terminales nerviosas, lo que implica muerte neuronal.

De cada 10 personas intubadas mueren ocho. Aún no se conocen las secuelas que el coronavirus dejará en los sobrevivientes. Es una enfermedad viral devastadora. Soy testigo de necrosis en las puntas de los dedos de manos y pies.

No es cierto que a los pacientes muertos se les practica la prueba. Es demasiado cara. Las mejores cuestan alrededor de 20 mil pesos y esas sólo pueden pagarlas quienes asisten a los hospitales privados.

La siguiente prueba en la gama ronda los 5 mil 500 pesos y luego viene la más popular, que anda en los 3 mil, pero esta última no sirve, tiene un margen grande de error.

La jefa de servicio de mi hospital...

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