Los últimos días de Primo Levi

AutorFabrizio Mejía Madrid

Jean Améry, quien se había suicidado en Salzburgo el 17 de octubre de 1978, le llamó a Primo Levi "el perdonador", por su negativa a aceptar que todos los alemanes, como pueblo, habían sido responsables del Holocausto. Con puntualidad, Levi le respondió: "No perdono a mis enemigos de ese momento porque sé que ningún acto humano puede borrar un crimen". Su perspectiva moral, en efecto, no era la venganza, sino contar con la vergüenza del acto cometido por parte del victimario. Así lo escribió en un poema, "Para Eichmann":

Oh hijo de la muerte, no te deseamos la muerte.

Que vivas mucho como nunca nadie ha vivido:

Que vivas sin dormir durante cinco millones de noches,

Y cada noche seas visitado por el dolor de todos los que vieron.

La puerta que cerró el camino de regreso hace clic, la oscuridad a su alrededor se levanta, el aire se agolpa con la muerte.

La idea de aceptar el mundo siempre ayudó a Levi. En noviembre 1944, mientras cavaba un hoyo en el lodo de Auschwitz, empezó a lloverle encima. "Por lo menos, no hace viento", se dijo. De regreso a las barracas del campo de concentración, Levi tuvo todavía la presencia de ánimo para reconfortar a un judío húngaro que planeaba aventarse contra la reja electrificada para terminar con su sufrimiento.

-Anoche tuve una premonición sobre ti en un sueño -le dijo Levi-. Estabas sano, fuerte y sonriendo ante una mesa repleta de comida.

Aunque el sueño era una mentira, impidió que el húngaro se suicidara. Al día siguiente, empezó a nevar. Los presos del campo no tenían, no se diga abrigos, sino ni siquiera calcetines. Levi recordó al Job de la Biblia. Veinte años después, publicó un libro extraño, hecho sólo de citas de otros. En la primera página Levi hizo un esquema de lo que consideraba su propia tradición intelectual: en un polo superior pone el Libro de Job, en el inferior, a Auschwitz ("el hoyo negro"). Entre ambos hay varios husos a los que describe como maneras de salvación: por la risa (Rabelais); por la indignación (Isaak Bábel y Paul Celan); por la dignidad (Joseph Conrad), y por el entendimiento (Lucrecio y Charles Darwin). En ningún momento reivindica el sacrificio.

Después de 40 años de servir como el testigo de los campos de exterminio nazis, Primo Levi vivía en combate para que los demás entendieran que el Holocausto no era comparable con las demás matanzas. La nueva derecha, con Robert Faurisson y Ernst Nolte como voceros, cuando no negaban de plano la existencia del genocidio, tendían...

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