La "A" en la UNAM

AutorFabrizio Mejía Madrid

No era otra cosa lo que veíamos en ese viejo de 82 años: la autonomía como la pensó Diderot, es decir, "donde el entendimiento deje de lado el prejuicio y la tradición; el consenso universal y la autoridad". Una autonomía que habíamos defendido un año antes los mismos que recibíamos de pie a Gómez Arias y que nos habían criticado (los que nos siguen criticando 30 años después) porque no permitimos que el neoliberalismo comenzara en la UNAM con la privatización de la educación. Recuerdo que uno de ellos, un investigador arrastralápices, nos recriminó:

-La autonomía no es extraterritorialidad -pudo pronunciarlo de corrido al tercer intento.

Y sí lo es, al menos en tres espacios: en el espacio físico que le da hospitalidad a cualquiera que llegue en son de paz (una tradición de las universidades medievales), en lo que se dice en los salones de clase (la famosa libertad de cátedra) y en la elección de autoridades (que, hasta hoy, depende de una junta bastante mafiosa, pero al menos el PRI no intervino nunca abiertamente). La autonomía fue cuestionada en aquellas contiendas de la huelga de 1986-87 porque se pensaba, desde la ideología neoliberal reagania-na, que la universidad no podía pensar por sí misma, que requería de los "diseños" del Estado para hacerla coincidir con las empresas, que representaba un "desperdicio de recursos", que le vendía a los jóvenes una falacia de ascenso social con los "de-valuados" títulos profesionales. Por la autonomía como soberanía, como obligación moral de ejercer la crítica, los estudiantes nos habíamos ido a la huelga por primera vez desde 1968. "La escuela", recuerdo que dijo Gómez Arias con una voz que contrastó con su fragilidad corpórea, "no es para que aprendamos a admirar el estado de las cosas, sino para que podamos corregirlo". En la recopilación de las charlas de Víctor Díaz Arciniega con Gómez Arias, Memoria personal de un país, encontramos el retrato del intelectual del cual el Partido Único quiso borrar la subversión con la subvención: alguien para quien la política no era el ejercicio del poder y las luchas para conseguirlo (o nunca perderlo, en el caso del partido), sino una relación de quien toma parte en el hecho de gobernar y ser gobernado. Un tipo de ciudadano crítico, libre y creador, que no le convino nunca a los poderosos. Gómez Arias vivió entre la rebelión y la derrota: logró la autonomía universitaria, pero sufrió la represión contra el movimiento vasconcelista, no el nazi del final...

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