Estados Unidos se revela

AutorAriel Dorfman

Estoy, como tantos estadunidenses y tantos más en el mundo, estupefacto, pasmado, enfermo de asco.

Y, sin embargo, si miro en el espejo y espejismo de mi vida, no debería sentir sorpresa alguna ante este desenlace apocalíptico.

Cuando, con mi mujer y nuestra familia, llegamos a Estados Unidos en 1980, no abrigábamos ilusiones acerca de este país que, después de todo, había promovido el golpe militar de 1973 contra Salvador Allende, el presidente democráticamente elegido de Chile. Como tantos exiliados de lo que entonces se llamaba el Tercer Mundo, sabíamos que ese Estados Unidos, sus corporaciones, sus fuerzas armadas y su pueblo mismo eran cómplices de crímenes contra la humanidad en todos los continentes. No ignorábamos cómo, en esa "tierra de los libres", se maltrataba a las minorías étnicas, ni su larga historia de esclavitud, conquista y persecución de los disidentes.

A pesar de saber todo esto, tenía yo también razones de sobra para agradecer a ese país, y admirarlo. Mi familia argentina ya había encontrado antes, en 1945, refugio en estas orillas. De niño, creciendo en la prodigiosa ciudad de Nueva York en los exuberantes años cincuenta, me había enamorado de la nación que me dio su lengua y su música y su literatura, todas maravillas que me siguen nutriendo. Y qué extraordinario ese experimento social y político, la búsqueda de un país más perfecto, esa historia de resistencia a la intolerancia y el racismo entre sus ciudadanos y trabajadores más iluminados, la generosidad sin fin con que esta tierra recibió a tantas comunidades extranjeras y con que aceptó tantos grupos religiosos para que adoraran libremente a su propio dios. Una tierra que incesantemente cuestionaba sus propias lacras y limitaciones. La tierra de Dylan y Franklin Roosevelt, de Meryl Streep y Walt Whitman, de Ella Fitz-gerald y William Faulkner y Martin Luther King -¿cómo no caer bajo el encanto y sortilegio de un país que declaró, al fundarse, que los humanos no sólo teníamos derecho a la vida y a la libertad, sino también el derecho a buscar la felicidad?

Me he pasado la mayoría de mi vida híbrida y doble tratando de reconciliar estos dos Estados Unidos, uno que reprime ferozmente nuestra humanidad y el otro que exige que esa humanidad florezca y se expanda. Esa reconciliación tan difícil y precaria se sustentaba en la apuesta y profecía de que algún día prevalecería en forma perdurable la nación de los ángeles que invocó mi héroe Abraham Lincoln.

Mi creencia en...

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