El Valedor / 'Así decía la bala. Así decía...'

"Made in USA". San Salvador, 24 de marzo de 1980. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide la distancia que separa a los Óscar Arnulfo Romero profetas y mártires de los simples cardenales norbertos rábagos onésimos. Aquí, a 25 años de la bala que USA y serviciales le encajaron a medias del pecho, van sus expresiones entreveradas con las de Juan Pablo II y un José Calderón S., amigo que fue del mártir:

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad.

Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que van a asesinarme. Si llega a cumplirse la amenaza, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador...

José Calderón S.: "Lo supe a las tres de la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando acababa de nacer la primavera. La mañana había sido calurosa y clara - Cuando lo supe, llovía. Una lluvia nueva, generosa, blanca, que envolvía los cerros - Oscar Compañero había resucitado en la llama de una bala. Sólo una bala precisa, amaestrada, prevista...

Sobre mi techo, la lluvia. Y unas zetas de fuego, los relámpagos. Y los truenos del oficio de tinieblas - La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído. La perdonada lluvia del perdón - La noche encendió sus lechuzas. Sintonicé la radio y pude escuchar un coro de voces enérgicas: Oscar Compañero. Un himno de lucha..."

He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad...

Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de mi esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, sí, se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás...

Juan Pablo II: "Reposan dentro de los muros de esta catedral los restos mortales de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, celoso pastor a quien el amor de Dios y el servicio de los hermanos...

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