El valedor / Frutos cortados antes de tiempo

Sólo un momento, mis valedores: sólo un momento les pido que suspendan su viaje desalado de cualquier parte a ningún rumbo, y mediten entonces en la única certidumbre que tenemos en vida: la muerte. Porque en verdad les digo: para morir sólo se necesita estar vivo, y sólo está vivo quien habrá de morir, y créanme: es más tarde de lo que suponemos. Lóbrego.

La figura de la muerte, en cualquier traje que venga, es espantosa.

Tal se dolía Cervantes, pero eso sería en su España del Siglo de Oro, porque ahora y aquí, en el siglo de la internet, "los hombres viven tan obsesionados por la riqueza pavorosa de la muerte, afirma Sabater, que apenas tienen tiempo para fijarse en la vida (...) Pasan el tiempo -lo matan- tratando de alejar de sí la muerte, previniéndola, combatiéndola o viendo morir a los suyos, compadeciéndolos, envidiándoles, calculando el tiempo que les falta para quedarse del todo sin tiempo.

A contracorriente del español, Octavio Paz: Para el mexicano moderno la muerte carece de significación. Ha dejado de ser tránsito, acceso a otra vida más vida que la nuestra. Pero la intrascendencia de la indiferencia ante la muerte es la otra cara de nuestra indiferencia ante la vida.

Codicia de la boca al hilo de un suspiro suspendida, ojos que no se cierran y hacen señas y vagan de la lámpara a mis ojos, fija mirad que se abraza a otra, ajena, que se asfixia en el abrazo y al fin se escapa y ve desde la orilla cómo se hunde y pierde cuerpo el alma y no encuentra unos ojos a qué asirse. ¿Y me invitó a morir esa mirada?

Ella siempre nos sorprende. Ella, la esperada, es siempre la inesperada; siempre la inmerecida. No importa la edad a que se muere, nunca se está maduro para morir. Se puede invertir la frase del filósofo: todos, viejos y...

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