Subterráneo/ Otra vez la luz

Dentro de menos años de lo que se cree, nuestro país tendrá que imponer un ahorro forzado al consumo de energía eléctrica: como otras naciones que han enfrentado el mismo problema, es muy posible que acabemos teniendo sólo unas horas con electricidad por la noche y otras por la mañana, y aun éstas sujetas a severas restricciones.

La tragedia es predecible por varios motivos. Uno es que el consumo de energía eléctrica per cápita es, en México, muy inferior al de otros países de América Latina. En términos de kilowatts por hora, en el 2000 los venezolanos consumieron 80 por ciento más que nosotros. Y los chilenos 46. Y los argentinos 25 y los brasileños 15 -y eso que de meses atrás la escasez de energía los tiene viviendo con apagones diarios de varias horas de duración. Pero no sólo nos superan los grandes países del cono sur: Paraguay emplea 60 por ciento más energía que nosotros. Uruguay 20.

Y lo triste es que no hay visos de que la situación llegue a mejorar porque en la década 1990-2000, la producción de energía eléctrica creció en nuestro país muy lentamente. Frente al 7.5 por ciento de crecimiento anual registrado en Chile; el 8.9 de Paraguay o el 4.4 de Argentina y Uruguay, la producción mexicana de energía eléctrica sólo creció a razón del 2.9 por ciento por año.

El problema no se reduce a que no vaya a ser posible ver la tele o el refri se quede sin funcionar, sino a que el crecimiento de la industria se va a ver severamente frenado y el número de nuevos empleos creados cada año tenderá también a disminuir.

La situación es crítica y nos guste o no, sólo hay una manera de llegar a superarla: atraer el capital privado al sector energético. Pero el capital no vendrá -sobre todo el extranjero-, si no se le otorgan seguridades y garantías y esto implica necesariamente privatizar el sector.

El dilema es muy simple: o se privatiza el sector eléctrico o dentro de unos años el país se paralizará dando tumbos de apagón en apagón.

Interesés

La necesidad es tan evidente, que sería de suponerse que todo mundo está interesado en acelerar el cambio y promover las reformas legales necesarias. No es así. Y no lo es porque en esto -como en muchas cosas más-, hay dos tipos de intereses: los de la mayoría de la población, y los mezquinos...

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