Viaje por las tierras del cáncer

AutorEduardo Valle
  1. La búsqueda comenzó buscando algo llamado psoriasis artrítica. Tenía meses de perder peso en forma cotidiana; vomitaba jugos gástricos todas las mañanas; se presentaron síntomas agudos de apnea (apenas podía dormir); con pérdida casi total del apetito, fatiga y diarrea. Y, lo peor, una especie de parálisis progresiva. Ya afectaba las manos y hasta la capacidad de caminar. Cada día me parecía más al narrador de Cuentos desde la cripta. Ahora redactar mis artículos y columnas era un juego rudo de capacidades y voluntad. Casi siempre ganaba, pero los costos en dolor e inquietud eran cada vez mayores. Eso convirtió la situación en algo insoportable. Vivo de mi trabajo y ello significa una columna semanal para El Universal, dos artículos para El Mañana de Nuevo Laredo y otros dos para la Agencia Nacional de Noticias. Eso quiere decir: escribir, cumplir con los editores y el corrector. Ya los lectores llegarán por sí mismos; y si no, pues no.

    Los síntomas tenían largos meses de estar ahí. Pero uno es macho y todo se compensaba con vino blanco. Todos los días, cada vez en mayor cantidad y desde más temprana hora. Vino para el macho y no pasa nada; sigamos adelante, y al demonio con los doctores y los laboratorios. Y las medicinas. Además, no tengo seguro médico y tampoco dinero. Más vino, blanco y barato. Porque en mi casa los licores están prohibidos por Carmen, mi esposa, desde hace cuatro años. Lo que más dolió fue la despedida al tequila y al ron. A cambio: vino, blanco y barato, comprado por galón. Así, además, ahorraba dinero. En algún momento, en las escaleras (trece escalones) ya no podía girar en forma rápida. Perdía casi por completo el equilibrio. Caramba: de tanto ahorro ya podía caerme solo. La prima Lety, con pena, en una pequeña reunión familiar, llamó la atención hacia mi delgadez. Cuando los invitados se fueron, sin camisa, me coloqué frente al espejo: al fin, ahora sí parecía judío soviético en campo de concentración. Tiempo de tomar en serio los hechos mostrados en el espejo.

  2. La doctora T. resultó una estupenda internista. Egresada de la UNAM, había trabajado mucho tiempo en hospitales de California. Una impresionante memoria; parecía no diferenciar nada durante el diálogo. En realidad estaba evaluando cada palabra o síntoma en función de su experiencia. Fuerte bebedor durante 10 años. ¿Sólo 10 años o más? Realizó un rápido examen físico. No, no era psoriasis ni nada parecido. Hay un problema serio en el hígado; eso es definitivo. Hay que examinarlo con cuidado, ordenó. Vamos a preguntar; primero, por cirrosis. Ah, carajo: cirrosis. La enfermedad profesional; la maldición en las redacciones. Uno come con los amigos o con un político, o con alguien más. Y en medio de la mesa está la botella de licor. Cuatro o cinco días a la semana. Casi siempre uno no paga; a...

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