Cuando la víctima se vuelve homicida

AutorFrancisco Olaso

BUENOS AIRES.- Daniel Oyarzún es carnicero. Vive junto con su familia en Zárate, ciudad ubicada a 90 kilómetros de Buenos Aires. La vida del "carnicero de Zárate" -tal como lo bautizaron los medios de comunicación- cambió para siempre el pasado 13 de septiembre, en horas del mediodía, cuando su comercio fue asaltado por dos hombres, que cubrieron a balazo limpio su huida a bordo de una moto.

Oyarzún, de 37 años, los persiguió en su auto unos 300 metros. Le dio un empellón a la moto, que cayó sobre el asfalto. Un ladrón se dio a la fuga. El otro, Brian González, de 25 años, quedó atrapado entre la trompa del vehículo de Oyarzún la base de un semáforo. El delincuente fue insultado y golpeado por el carnicero y otros vecinos, estando incluso inconsciente, y murió en el hospital horas más tarde.

El caso se sumó al de dos asaltantes linchados en Córdoba el 18 de septiembre y al de un ladrón abatido a tiros por un cirujano, al que había querido despojar de su auto en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 30 de agosto.

El debate en torno a los casos de justicia por mano propia divide a la sociedad argentina. Hay quienes consideran que la población tiene "derecho a defenderse", y con tal fin extienden con generosidad el límite de la legítima defensa. Y hay quienes creen que la persecución penal y el castigo son, tal como indica la ley, responsabilidad del Estado. Su máximo representante, el presidente Mauricio Macri, abogó por la libertad del carnicero. Sostuvo que "más allá de toda la reflexión que tenga que hacer la justicia en la investigación, si no hay riesgo de fuga, porque es un ciudadano sano, querido, reconocido por la comunidad, él debería estar con su familia". La justicia otorgó a Oyarzún la excarcelación extraordinaria, beneficio al que no suele acceder un acusado de homicidio simple.

Por su parte, el ministro de Justicia de la Nación, Germán Garavano, llamó a la población a no reaccionar ante un robo, y a acudir en cambio a las fuerzas de seguridad y a la justicia. Estos dos pilares del Estado, sin embargo, inspiran desconfianza y recelo en amplios sectores de la ciudadanía.

El Código Penal argentino admite la legítima defensa frente al delito. La respuesta debe ser proporcional a la amenaza y efectuarse en el momento del agravio. Si el delincuente ya se ha dado a la fuga, o si ha sido retenido, se la considera venganza. Los ciudadanos que terminan matando a los asaltantes suman de un momento a otro, a su condición de víctimas, la...

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