Con la vida en un hilo

TOLUCA.-Suicidarse o matarlo parecían ser las únicas alternativas que rondaban en la cabeza de Gisela para poner fin al maltrato físico y psicológico que sufría desde hacía nueve años.

Su grado de licenciatura en Derecho, un trabajo en un despacho de abogados y haber nacido en una época donde aparentemente hay mayor equidad de género, no impidieron que fuera humillada, golpeada y alejada de las personas que podrían ayudarla.

La primera agresión que sufrió de su pareja fue cuando eran novios: ella se fue de inmediato a su casa asustada por lo ocurrido y él llegó al poco rato con lágrimas en los ojos para rogarle, para suplicarle que lo perdonara, que no sabía qué le había sucedido, pero que no volvería a pasar, lejos de eso, la violencia aumentó, se casaron y todo empeoró.

"Había tres cosas que me detenían, estaba muy enamorada, era mi primer novio y él usaba eso a su favor, tenía mucho miedo de que me hiciera algo a mí o tomara represalias contra mi familia y no sabía qué hacer, no sabía si estaba viviendo realmente violencia o yo estaba exagerando las cosas", expresó.

Las agresiones eran golpes en el cuerpo para que nadie las notara, mientras estaba en el suelo la pateaba, la insultaba, la humillaba en privado y frente a la gente, había chantajes y luego un supuesto arrepentimiento, que la confundía y hacía pensar que cambiaría. Gisela, no se atrevía a contarle a nadie por vergüenza y porque él decía que eran problemas que debían resolver entre ellos.

"Ya estaba muy mal, hubo un punto en el que las únicas soluciones que veía eran suicidarme o matarlo, no veía el divorcio como una alternativa, por todo el miedo que tenía de que me persiguiera, hasta que busqué ayuda psicológica y me di cuenta de que había otras opciones", compartió.

"No sólo hubo golpes físicos sino violencia emocional que logró bajar mi autoestima, hasta creer que no encontraría a nadie que me valorara como él, que él valía más que yo y que tenía que agradecer estar a su lado", narró.

Pensar en que si tenían hijos crecerían viendo todo eso y seguirían los patrones de una madre que se dejaba golpear y unos hijos violentos, es lo que la impulsó a tomar la decisión de divorciarse, lo dejó y se dio cuenta de que había una vida libre de violencia.

"Vivir con miedo porque escuches la puerta o unos pasos llegar a tu casa identificando que es esa persona, es lo más horrible que te pueda pasar, porque diario vives con zozobra", lamentó.

"La violencia no acaba, aunque creas que...

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