"A los viejos", de Ignacio Ramírez "El Nigromante"

AutorIgnacio Ramírez

Varones ilustres, que hace 20 años regís los destinos de la patria, no me intimidáis ni con vuestras frentes rugosas, ni con vuestras casas cubiertas con los símbolos de vuestros milagros, ni me deslumbra vuestro nombre en la historia. Sigo en el suelo mexicano, las huellas de vuestra carrera política, y encuentro las flores de la Independencia ajadas; abundantes los frutos de la discordia; entre miseria y sangre, apagándose nuestras esperanzas; y el único himno que escucho, vosotros mismos lo entonáis en vuestra propia alabanza. Césares y Licurgos de mi patria, voy a emprender vuestro proceso.

En más de media docena de constituciones que en menos de medio siglo hemos jurado y destruido, no veo sino infecundos sentimientos de libertad y, corrompidas fuentes de ilustración, brotando bajo la luz y el fuego de la moderna filosofía, en corazones monárquicos, y en espíritus aristotélicos. Unos cuantos hombres, o más atrevidos o menos ignorantes que el resto de la nación, hicieron de ella su patrimonio; y a sus preocupaciones político-religiosas, han llamado preocupaciones nacionales, espíritu público olvidando que la muchedumbre no ha leído a Montesquieu, ni a la Biblia.

De luego a luego se conoce que los enemigos del jure, eternos panegiristas, por lo común, de la pena de muerte, han bebido sus inmundas y sangrientas doctrinas en las partidas y en el Digesto; que los monarquistas constitucionales estuvieron en las cortes españolas, y hoy estudian en los publicistas franceses el sistema que conviene a los mexicanos.

Pregúntese a nuestros 7 millones de habitantes ¿qué entienden por república?, y la mitad se quedará callada; y la otra mitad, excepto nuestros insignes legisladores, responderá: creemos que lo primero que debe haber, es un presidente con sus cuatro ministros; después unos diputados con dos taquígrafos, y los senadores con uno: la justicia entre alcalde y aguilitas, y licenciados, y escribanos, y sobre todo, en latín: finalmente, muchas elecciones primarias y secundarias, de las cuales sale con el tiempo un representante que nadie ni a nadie conoce.

Pregúntese a la misma gente en qué consiste la religión, y dirá que en maitines, misas y procesiones.

Si nuestros primeros legisladores no hubieran hecho del presidente una caricatura de los monarcas, cubriéndolo de honores y preeminencias ridículas y sueldos exorbitantes, alimentando así su ambición y su codicia; sino un magistrado modesto, que comunicara y cumpliera las sentencias y...

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