La violencia en la 4T

AutorJavier Sicilia

Lo que importa y es real es que la 4T no sólo heredó el horror (las víctimas de la violencia no son deudas de gobierno, sino de Estado: quien lo administra es responsable de ese pasado), también lo ha seguido acrecentando.

Pese al despliegue de la Guardia Nacional -en realidad un eufemismo del mismo ejército que Calderón desplegó durante su mandato y Peña Nieto mantuvo durante el suyo-, pese también al nuevo modelo de policía y a la distribución de programas sociales de la 4T, la violencia, lejos de disminuir, ha aumentado, sumando a la ya enorme deuda del Estado un número cada vez mayor de víctimas.

Según el monitoreo hecho por México Evalúa (no según los datos que el

Presidente posee y la realidad niega) sólo durante el primer semestre de 2019 el número de homicidios (falta el número de desaparecidos) fue de 17 mil 608 personas, lo que equivale a una tasa de 14 homicidios por cada 100 mil habitantes y representa un crecimiento de 5% con respecto al semestre anterior, que fue de 16 mil 714. En el primer semestre de 2015 fue de 8 mil 818; en el de 2016, de 10 mil 478; en el de 2017, de 13 mil 918.

La sola suma de estos primeros semestres de los últimos cinco años es de 67 mil 536 personas. Lo que quiere decir que si sumáramos los homicidios de los segundos semestres de esos cinco años y a ellos agregáramos los homicidios desde 2006, en que Felipe Calderón desató la guerra, el número de víctimas, sin contar a los desaparecidos, sería demencial. Podríamos estar hablando de más de medio millón de muertos, una cifra decible, una cifra que se pone en la grafía de los números arábigos, una cifra que reunida en personas sería inabarcable para nuestra mirada y que en el fondo no dice nada. Pero que si intentáramos ver una por una, nos destruiría de espanto y dolor.

Imagine, para saberlo un poco, que usted es ella o él, que repentinamente unos tipos caen sobre usted, que se lo llevan insultándolo, vejándolo, que lo desnudan a golpes y jalones, que lo penetran una y otra vez, que sus gritos, sus súplicas, lejos de conmover excitan a los imbéciles, que después, reducido a basura, lo amarran como a un animal y lo degüellan, lo destazan. Imagine cada segundo de angustia, de impotencia, de desesperación; imagínese allí abandonado a la bestialidad in-misericorde. Luego vuélvalo a imaginar, pero ahora piense que no es usted, sino su hija o su hijo. Repita esa película minuciosamente una, dos, tres veces; vuélvalo a hacer en la noche, en la soledad de su...

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