La violenta mafia de las barras bravas

AutorPablo Pérez Álvarez

Buenos Aires.- Las violentas porras o ‘barras bravas’ argentinas gozan de impunidad y poder. Obtienen prebendas de los clubes a los que apoyan y al mismo tiempo amenazan y extorsionan a directivos, jugadores, técnicos, árbitros, vendedores ambulantes de las tribunas y aficionados.

Lo volvieron a poner de manifiesto el pasado 26 de junio, cinco días antes del inicio de la Copa América en Argentina, cuando el River Plate, el equipo con más campeonatos nacionales (33), perdió ante el Belgrano de Córdoba y, por primera vez en sus 110 años de historia, se fue de la primera división.

Cuando faltaba un minuto para el final del partido el árbitro se vio obligado a detener el juego debido a los incidentes que Los Borrachos del Tablón, la mayor barra del River Plate, protagonizaban en las gradas del estadio Monumental, sede de la final de la Copa América. Cuatro minutos después de detener el partido, el árbitro lo suspendió y salió corriendo de la cancha.

Los disturbios se extendieron a la calle, donde cientos de aficionados furiosos con su equipo se enfrentaron con la policía, agredieron a periodistas, destruyeron algunas áreas del estadio y destrozaron vehículos y negocios de los alrededores. El saldo: más de 70 heridos, 25 de ellos policías.

Algunos aficionados hasta intentaron entrar a los vestidores para agredir a los jugadores por no haber sido capaces de salvar a “su equipo” del descenso; la policía lo impidió.

Una semana antes, en el partido de ida celebrado en Córdoba, las fuerzas de seguridad no evitaron que durante el segundo tiempo un pequeño grupo de aficionados de River abriera un agujero en la valla de seguridad, saltara a la cancha para acosar a los futbolistas de su equipo –e incluso agredir levemente a un par de ellos– que perdía 2-0… y se fuera tranquilamente.

Tampoco impidieron que durante el descanso del partido de vuelta otro grupo llegara hasta el vestidor del árbitro y lo amenazara: “Si no nos cobrás un penal, no salís vivo”. El silbante, Sergio Pezzotta, marcó el penal a los 22 minutos del segundo tiempo después de una jugada dudosa. No sirvió de nada: el arquero de Belgrano, Juan Carlos Olave, lo detuvo.

Concesiones

Al principio el barrabrava era “un tipo que iba a la cancha con su grupo, pedía entradas a los directivos de futbol para ir a los partidos, pero no exigía más que eso”, explica a Proceso el periodista argentino Gustavo Veiga, que ha investigado el fenómeno de las porras y ha publicado sus resultados en ensayos y libros como Donde manda la patota. Barras bravas, poder y política.

“Los dirigentes –continúa–, en el entendido de que los hinchas iban a los estadios para alentar y era bueno para el equipo, les comenzaron a dar boletos. Pero una vez que se metían, no volvían a salir.”

Con ese apoyo inicial de los clubes, esos grupos...

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