La Volcana

AutorFabrizio Mejía Madrid

"Oleaje petrificado de un antiguo mar cósmico", escribió el Dr. Atl sobre los volcanes a cuyo pie construyó una cabaña para pintarlos y asimilar su "desprecio"; desde lo alto imaginaba la lava inundando pueblos, llenando todo de muerte, fertilizando con ceniza el lejano porvenir. En el reparto agrario del cardenismo, a Gerardo Murillo le tocó apropiarse del paisaje. La tierra o, más bien, lo telúrico se nacionalizó en sus pinturas. En una de ellas, pintó a La Volcana, al Iztaccíhuatl, cercada por nubes. Es una mujer dormida bajo sus nieves, tendida, en espera de un despertar. Junto a ella se arrodilla el Volcán, Gregorio Popocatépetl, cuya actividad eruptiva el pintor fechó entre 1919 y 1938. Nuestra era con exhalaciones del Popo data apenas de 1994, pero sus gestos son los mismos desde antes de que los humanos llegaran al Anáhuac: resplandores magnéticos de color verde y rojo, vapor de agua, piedras aventadas a gran velocidad, lagos de sulfuros y cenizas con azufre. A lado, La Volcana es una paciencia que en más de 10 milenios no ha cambiado de posición, inerte en su lecho.

Hay una forma de mirar a La Volcana como indiferente. El Dr. Atl la describe así: "Chimenea apagada -hornaza extinguida por donde salió la conciencia ardiente de la tierra-, el viento implacable te corroe. Los labios de tu boca que el fuego esculpió en la cima del monte augusto, son los labios carcomidos por el pico de un buitre". Para él, el Valle de México era la representación simbólica del espíritu de la mexicanidad, de acuerdo a una suerte de nietzschianismo posrevolucionario que pareció profesar. Más allá de sus vaivenes ideológicos entre el carran-cismo y el fascismo italiano, el Dr. Atl veía el paisaje como lo que precede al humano y lo sobrevivirá. Como pintor -él confiesa sentirse más un paseante-, ve la naturaleza como "un escenario del mundo modificado constantemente por la luz" y encuentra en las luces, sombras, colores, volúmenes, de los dos volcanes un impulso emocional de la naturaleza de la vida en estas tierras. Como si nada importara, salvo la mirada que le dirigimos al mundo, el Dr. Atl llenó formularios para inscribir sus pinturas para un salón plástico de Bellas Artes en 1927, diciendo que había nacido en La Atlántida "como un anuncio de que la Venus nacería de la espuma del mar", hijo del Padre Eterno, y autor de un folleto llamado Tratado del lenguaje de las hormigas, con su ortografía fonética. Para entonces, el pintor-paseante creía en la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR